Capítulo 11: Tierra y Montañas

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Con cada paso sentía una agonía intensa mezclada con adrenalina ante lo desconocido, que me revolvía las tripas dándome unas terribles ganas de vomitar.

Ninguno de nosotros había estado alguna vez tan lejos del reino. Todo era nuevo, desconocido, aterrador... El aire era seco y el terreno dejaba de ser arenoso, tomando consistencia y dureza a cada paso que avanzamos.

Miré al horizonte, frente a mí se encontraban las tres principales montañas de Sierra del Olvido, debíamos cruzar por el valle que separaba las dos de mayor tamaño. El Valle de Synkkä.

No había flores en el suelo, apenas se cubría con algunos matojos y árboles secos. El paisaje se empezaba a tornar cada vez más sombrío. Los altos árboles rodeados de hierba y flores silvestres, llenos de frutos y bayas, parecían un espejismo lejano de lo que dejábamos atrás.

Las mochilas que cargaban a sus espaldas continuaban repletas de comida y bebida. Estimaba que tardaríamos ocho días en cruzarlas y llegar a Playas Negras por lo que tendríamos suficiente.

Se sentía tan cercano como lejano, como los segundos previos a dar un primer beso, cuando el tiempo se para y los nervios crecen. Sentía que lo había conseguido, que iba a salvar a mi reino.

—¡Ayane!

Volteé mi cabeza asustada, Daemon me observaba serio, con una ceja elevada. Suspiró y humedeció sus labios apartando la mirada cuando se cruzó con la mía.

—¿Has escuchado algo de lo que te he dicho? —preguntó indiferente, pero sutilmente molesto.

—No, estaba pensando en mis cosas ⏤respondí sin mostrar vergüenza—. ¿Era importante?

—Sí —respondió Aeryn.

Avanzó unos veloces pasos plantándose frente a ambos, cortándonos el paso, provocando que parásemos.

—Repetidlo —ordené asertiva.

Aeryn soltó un bufido desagradada ante mis imperativas formas, Daemon simplemente sonrió con malicia. No estaba de humor, aunque debía tratarlos mejor.

—La presencia es más intensa —comentó finalmente Aeryn—. Estamos a más de dos días del último lugar donde encontramos comida —hizo un corto silencio mirando al horizonte con frustración—. Ayane, quizás debas escapar y dejarnos. Deberás hacerlo si te lo ordeno.

Sus grandes ojos no mostraban una pizca de esperanza, el miedo los inundaba colándose en ella hasta calar sus huesos. Forcé mis oídos, su corazón latía rápido. El de Daemon, en cambio, se encontraba relajado, tan rítmicamente tranquilizante.

Me desvié hacia él, cruzamos miradas durante un eterno segundo en el que sus ojos se iluminaron con una pizca de ternura, desplazando el odio y frustración con los que me llevaba martirizando durante los últimos días.

Daemon temía por él, por su vida y la de Aeryn, pero más que nada, temía por mí.

Sus ojos evitaban mis miradas confusas, debía decirles algo, quizás fueran las últimas palabras que escuchasen o que... salieran de mis labios.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo, en los últimos días las veces que mi vida había corrido peligro habían sido innumerables, pero ninguna había calado tan profundo en mi ser.

—Yo... —comencé a decir, ante la incertidumbre de las palabras que podían salir de mi boca, decidí callarme. No quería estropearlo más.

Aeryn, tras mi fallido intento de despedida, avanzó hacia las montañas para analizar el camino que nos esperaba. Me volteé un instante para mirarla. Cuando volví a girarme, Daemon, se encontraba a apenas diez centímetros de mi rostro.

La Huida De La Reina ✔️ (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora