Capítulo 22: Rosas y dagas

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Avancé confiada y eufórica por los pasillos alumbrados por las antorchas que colgaban de las paredes de tierra, al igual que del techo. De ellos salían nuevos pasillos que supuse que conducirían a otras salas.

Sorteamos varios hasta girar en uno, al final asomaba luz. Según avanzábamos el techo se encogía hasta que casi rozaba su cabeza.

Unas escaleras de madera se situaban al final, conduciendo hasta la superficie. No imaginaba que, durante ese tiempo, hubiera estado bajo tierra.

El silencio nos rodeaba y el temor me controlaba, mis pies se detuvieron a dos pasos de las escaleras y mis piadosos ojos observaron a Keidan.

"Quizás confiar en él sea un nuevo error." Borré los pensamientos negativos que me invadían y normalicé la respiración que empezaba a ir a su propio ritmo.

—¿Qué me espera al salir? —pregunté clavando la vista en la salida.

—No temas princesa, no lanzan pétalos pero tampoco puñales —bromeó alargando su mano.

Miré sus alargados dedos y, tras considerar en qué hacer y no decidir, dejé de pensar y simplemente agarré su mano.

Mis mejillas se sonrojaron, noté el calor expandiéndose por mi interior. Le solté, avanzando un par de pasos colocando ambas manos sobre los peldaños de la escalera dispuesta a subir.

Keidan reposó la palma de su mano sobre mi hombro volviéndome hacia él. Nuestros rostros estaban cerca y, a la altura de mis ojos, sus labios.

Cerré los ojos mientras repetía que debía concentrarme, no podía confundir la euforia por la victoria y alianza con atracción.

—Debería subir primero —manifestó interrumpiendo mis sucios pensamientos en los que él aparecía—. Solo por si acaso.

—¿Por si acaso?

—Sí... bueno... No sé cómo se tomará mi pueblo esta alianza. Pueden pensar que me controlas de una nueva forma o que me he vuelto loco —alzó las manos ladeando la cabeza, tapando por accidente parte de sus ojos con sus mechones negros—. Quizás acepten tu plan. Quién sabe, princesa.

Su tono era amistoso y parecía cómodo conmigo. Desconocía en qué momento me pasó, pero había dejado de verle como una amenaza y esperaba que Keidan se sintiera igual.

—Espera a que baje por tí —manifestó, empezó a subir, pero se detuvo mirándome de reojo y poniendo tono dramático—. ¿No me abandonarás, no?

Soltó una risita tras su broma y terminó de subir abriendo una trampilla. El polvo y la arena cayeron, se metió en mi nariz al respirar e, inevitablemente, comencé a toser sin pausa cerrando los ojos. Escuché como la trampilla se cerraba tras él cayendo más polvo.

—Aquí te esperaré...

Me recorrieron fugaces impulsos de curiosidad y sentí la tentación de ir a cotillear alguna sala. Decidí que si miraba en la más cercana nadie se daría cuenta. Keidan tardaría más de dos minutos en convencerles de que en vez de matarme debían aliarse conmigo y, ese tiempo, podía aprovecharlo.

Corrí en dirección al primer pasillo, al llegar al final había una puerta con una pequeña ventana de barrotes en la parte superior.

Parecía una celda más que una habitación. Asomé mi cabeza pero retrocedí de inmediato cayendo de golpe al suelo. Comencé a temblar y mis pulsaciones se aceleraron peligrosamente. Sentí que mi corazón iba a salirse por mi boca. Los golpes comenzaron a sonar desde el otro extremo, eran fuertes y rabiosos. Quería tirarla abajo.

Decidí no esperar a descubrir si lo conseguía, me levanté del suelo teniendo que apoyar ambas manos para poder incorporarme y corrí lo más rápido que mis pies me lo permitían, tropezando a causa de que siguiese temblando. Los ruidos y golpes contra la puerta se mantenían. Gruñidos y gritos lo empezaron a acompañar, y solo sentía que empezaba a entender la frase de la curiosidad mató al gato.

La Huida De La Reina ✔️ (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora