Intenté levantarme mientras alzaba la mirada y sacudí la tierra de mis raspadas manos. Con la derecha aparté los largos mechones castaños que caían alborotados por mi rostro.
La cálida y espesa sangre recorría mi mejilla, llegando a la barbilla donde se precipitaba sobre mis ropajes.
Agaché nuevamente mi cabeza. Mis vestimentas estaban sucias y rotas, debí tener más cuidado...
Descolgué la capa deshilachada que casi colgaba en mi cintura en vez de reposar en mis hombros, donde debería estar.
Miré hacia atrás mientras conseguía ponerme completamente en pie. Los oídos me pitaban y el silencio reinaba. Un silencio inexistente atestado de cañonazos, gritos y lamentos. Plagado de tanto ruido que hacía que no escuchase nada.
Mi querido y respetado pueblo estaba muriendo y... solo pensaba en que tenía que salir de allí. No debía morir, aún no.
Estaba fuera de los muros de mi reino, pero aún seguía corriendo como si una pequeña liebre fuera perseguida por lobos hambrientos.
Volví a desviar la mirada hacia mi reino en un último intento de entender el campo de batalla. Error inmediato, parecía que últimamente no hacía otra cosa.
⏤¡Fuego! ⏤gritó uno de los soldados enemigos desde las murallas de mi castillo.
Giré la cabeza hacia el sentido en el que corría a la vez que con la manga derecha secaba las lágrimas que escapaban de mis ojos, para caer por mis magulladas y doloridas mejillas.
Las balas de los cañones impactaron contra los árboles que se encontraban frente a mí. Sus ramas se fracturaron cayendo a mis pies, dejando leves brechas en la tierra.
Segundo cañonazo.
Esa vez las balas fueron más bajas, rompiendo los troncos y moviendo mi pelo a causa del viento que provocaban a su paso. Escuché el tercer cañonazo cuando entraba en la primera hilera de árboles retorcidos, propios del bosque Whisper.
No sabiendo si podría salir viva, de mi reino y hogar, aceleré sintiendo el dolor tras cada zancada en mis cansadas piernas.
En ese momento mis posibilidades eran casi nulas.
⏤¡Aprésenla! ⏤volvió a gritar el guardia.
Por suerte, su voz se escuchaba más lejana hasta que sus gritos se nublaban con el ruido.
"Debo salir de aquí", ese pensamiento se repetía en mi mente sin cesar.
Si no lo lograba, quienes quería, que aún no habían muerto, correrían la misma suerte que los demás, la misma suerte que Mave y Elenna.
⏤¡Deja de pensar en eso! ⏤grité palmeando mis mejillas, forzándome a evitar pensar en lo que acababa de suceder.
No podía permitir que a Brutwe le pasase eso, no quería ese final para él, ansiaba uno en el que fuera yo misma quien le matase, si es que aún seguía con vida.
Aeryn me lo advirtió. Me avisó de todo lo que iba a pasar, no sé cómo fui tan estúpida de no escucharle. Tan estúpida de no hacerle caso y empezar una guerra en la que, seguramente, muera.
"Una guerra de orgullo, sin razón ni fin. Una guerra para vengarme, para matarlos a todos." Me confesé arrepintiéndome de mis decisiones.
La venganza corría tan fuerte por mis venas que me cegaba, me impedía ver las cosas con claridad. Una pena que fuese, entre polvora y sangre, cuando más claro ví todo.
"He cometido un error".
Sonó el cuarto cañonazo, solo me quedaban unos metros más, unos pasos en los que tenía que seguir corriendo sin descanso
No debía pensar, solo seguir corriendo.
"Lo hecho, hecho está, nada ni nadie puede cambiarlo." Me justifiqué de nuevo. "Aunque... quizás aún pueda arreglarlo."
Mis lagrimas no cesaban, mis sentimientos no era ni capaz de identificarlos y solo deseaba volver a cuando tenía nueve años. Cuando mis preocupaciones se basaban en no llegar tarde a las ceremonias de palacio, en despedir a los marineros que partían a investigar nuevas tierras, a... sonrojarme cuando en clase de lucha me tocaba con Daemon...
"Daemon... espero que sigas vivo"
Cerré los ojos con fuerza intentando controlar mi dolor. Pensar en él no me salvaría o por lo menos no al reino.
A quien necesitaba recuperar era a una persona. Heiso.
Seguía corriendo, corriendo sin parar hasta que mis piernas se detuvieron en seco. Los cañonazos no se escuchaban. En el bosque dominaba un silencio roto por el pequeño murmullo del viento entre las hojas de las ramas.
Cobardemente giré mi cabeza, a mi espalda se encontraba el inmenso bosque.
Los árboles no estaban rotos ni partidos, las balas de los cañones no llegaban tan profundo. Tampoco escuché soldados ni unidades de rastreo. Mis guardias les habrían cortado el paso o, por lo menos, ralentizado.
⏤Por fin... ⏤murmuré dejándome caer sobre un tronco partido.
La noche había empezado a entrar y el sol estaba escondiéndose, combinándose para crear un precioso atardecer que no podría disfrutar.
"¿Cuánto tiempo he estado corriendo?" Pensé sentándome a los pies de un gran árbol. "Han debido de pasar horas. Por lo menos estoy sola, pero no a salvo." Me recordé resoplando con cansancio.
Me concedí unos minutos para respirar. Necesitaba tanto descansar la mente como el cuerpo.
Miré mis pies. Mi calzado estaba empezando a romperse, creando un contraste de tonos de mi piel limpia contra la que no tapaba, cubierta de sangre y tierra.
El suelo ya no era el campo de batalla, ni estaba rojo por la sangre derramada. El tacto de la hierba húmeda estremecía mi piel al pasar la mano sobre ella.
Cerré los ojos dejándome caer, reposando solo por unos instantes todo mi destrozado cuerpo sobre el frío césped antes de levantarme. Aunque hubiera escapado de Fera, estar en el suelo seguía siendo peligroso.
Los caballeros de Lirack me seguirían sin cesar hasta darme caza. Aunque esa noche mi principal preocupación eran las criaturas del bosque, que empezarían a rondar cuando la oscuridad me rodease.
"No pienso ser su cena." Me convencí sonriendo mientras trepaba un gran árbol.
Sus ramas eran anchas y frondosas, perfectas para pasar la noche. Reposé mi espalda sobre el tronco dejando caer mis pies por cada lado de la rama. Incliné mi cabeza sutilmente hacia atrás.
Todo me daba vueltas, seguía sin poder pensar con claridad.
Al retirar los cabellos que caían rebeldes sobre mi rostro, rocé los pendientes que reposaban en mis largas y puntiagudas orejas. Los quité minuciosamente guardándolos en uno de los bolsillos de mi bandolera, lo único con lo que había podido huir.
Al dejarlos en uno de los bolsillos interiores, para mi sorpresa, había una foto.
Heiso, Edellys y yo, cuando éramos pequeñas con nuestros amados padres en las Lagunas de Rolaif. Arrugué la foto dentro de mi mano mientras las lágrimas volvían a brotar impasibles a mi resistencia, cayendo desparramadas sobre las mejillas.
Cerré los ojos disponiéndome a dormir. Había subido lo suficiente alto para que no pudieran encontrarme y que, los primeros rayos de luz, me despertasen.
El mundo salvaje era un lugar peligroso, sobre todo para seres como yo, seres con una cantidad de maná suficiente como para extraerlo y alimentar los bosques durante años.
Mi madre era elfa y mi padre brujo. Por suerte o desgracia soy una híbrida, la actual Reina Ayane.
"Bueno, en estos momentos Ayane, la reina desterrada."
ESTÁS LEYENDO
La Huida De La Reina ✔️ (Completa)
FantasySolo hace falta una mala decisión para condenarte a la destrucción. Un error ya cometido se cobraría con ira y sangre, con magia y muerte. El pueblo de Fera iba a morir por el orgullo y sed de venganza de los reyes. Pero, entre el caos de la guerra...