5.

1.1K 104 6
                                    

Capítulo 5.

Marco.

Una cascada fría caía sobre mi cuerpo mientras escuchaba como las viejas tuberías se quejaban al ser usadas de nuevo después de tantos años. Recordaba esta casa, llena de sonrisas y de limonada con hielo. La madre de Nicholas solía llamarnos en temporada de vacaciones para pasar dos semanas con las barrigas llenas y los pies descalzos por el calor sobre el césped que se había convertido en polvo y basura. La última vez que estuve aquí junto a él, velábamos en soledad a la mujer que me acunó en el seno de su casa como si fuera mi madre.

Cerré la llave pensando en que la balanza sobre la temperatura del agua siempre se inclinaría hacia lo más caliente si alguien pidiera mi opinión, pero el calor del verano ameritaba duchas frías.

Lo único que se escuchaba en el piso de abajo eran mis pasos mientras iba a la cocina para preparar café. La toalla en mi cintura me permitió sentir esa libertad fresca por unos instantes antes de tener que cubrir mi piel con el traje negro que ya colgaba en la puerta de mi habitación.

—Que sean dos tazas —dije cuando vi ese cuerpo del otro lado de la barra.

Cuando se giró a verme, su rostro aun adormilado y esos ojos hinchados sin maquillaje me hicieron sonreí, ella imitó mi acción saludándome y de inmediato quitó la mirada para enfocarse en el café.

—¿Cómo lo toma?

—Café negro está bien.

—Demasiado profesional y aburrido.

—Déjeme adivinar —caminé hasta quedar frente a ella—, ¿lates llenos de crema batida con chispas de chocolate con extra caramelo?

Volvió a sonreír con gesto perezoso y me entregó la taza humeante.

—Con crema batida doble —respondió.

—Lo recordaré.

—¿Recordar qué? —la voz perezosa de Nicholas resonó haciéndome ver como su cuerpo se aproximaba hasta nosotros. Solo un pantalón de tela gris cubría su cuerpo trabajado.

—Cómo bebe su café —respondí.

—Yo lo tomo negro, gracias —dijo con irreverencia, me arrebató la taza y yo le di un golpe en las costillas con mi codo.

Mi mejor amigo bebió sin importarle si el líquido estaba hirviendo mientras su sonrisa arrebató una de mi cara.

Charlotte también sonrió un poco cuando nos vio pelear, fue a la alacena en completo silencio y estiró su brazo al mismo tiempo que se puso de puntas para poder alcanzar las tazas, Nicholas miró sus piernas desnudas y tatuadas con descaro.

Caminé hasta ella para brindarle ayuda, cuando llegué, estiré mi mano imitando su acción para tomar dos tazas negándole el tiempo para que se moviera, pues si lo hacía, su espalda chocaría con mi pecho.

—Aquí tiene.

—Gracias.

—Buenos días, señorita Charlotte —le dijo Nicholas—, ¿durmió bien?

—Buenos días, agente Payton. Dormí de maravilla.

—¿Hubo más terrores nocturnos?

—No —Charlotte volvió a entregarme una taza que ahora combinaba con las suya.

—Bien, Marco y yo trabajaremos gran parte del día, siéntase libre de hacer lo que quiera. Seremos dos fantasmas para no molestarla.

—Saldré a conocer el pueblo, me vendría bien algo de aire fresco.

Libres.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora