6.

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Capítulo 6.

Charlotte.

—Llegarán tres agentes al mediodía. Su abuela y la agencia están al tanto. Permítame disculparme por mezclar este asunto personal con el trabajo, pero no puede esperar —dijo el agente Marco con seriedad fría mientras tomábamos el desayuno escuchando un poco de música en volumen bajo.

Nicholas lo miró con complicidad amistosa y asintió un poco haciendo que el semblante del agente Marco se suavizara apenas un poco.

—No tiene porqué disculparse —respondí sincera tras verlo con ese desasosiego cuando dijo que se iría—, pero ¿tres agentes? —hablé con intriga después de beber jugo.

—Lo sé —sonrió desde el otro lado—, ni siquiera diez son suficientes para suplirme. Pero no se preocupe, estará a salvo con el levanta faldas de mi amigo.

Nicholas comenzó a reír por el narcisismo sensual con el que el agente Marco había dicho esa frase.

—Que hijo de puta —Nicholas refunfuñó en resignación desde su silla mientras se cruzaba de brazos—, pero no puedo contradecirte con lo del levantar faldas, sobre ser el mejor —chasqueó la lengua—, eso todavía queda en duda. No te preocupes, no le quitaré mirada de encima a esta señorita —me miró y de nuevo, guiñó el ojo.

Tragué saliva en discreción y quise mirar el plato vacío frente a mí, pero el movimiento de ese otro cuerpo capturó mi atención.

El agente Marco se levantó con esa sonrisa bonita y engreída iluminando su rostro recién lavado, abotonó el saco negro que hacía juego con su camisa y la corbata. Noté que la casa y mi yo no combinábamos con la elegancia que ambos hombres emanaban.

Una ráfaga de tristeza me abrazó cuando me di cuenta de cuánto me había descuidado por centrar toda mi atención en Willow estos últimos años.

También había sido culpa del luto que suprimí cuando la responsabilidad de mi hermano recayó sobre mis hombros.

¿Seguiría siendo atractiva?

¿Había subido más de peso y no me di cuenta?

Me levanté para guardar la jarra de jugo en el refrigerador y para tratar de meter ese pensamiento ahí mismo para que se congelara con el paso de los días.

—¿Agente Payton? —hablé cuando miré el contenido que había dentro.

—Señorita.

—¿Podría llevarme al super mercado?

—Pero hay suficiente comida en el refrigerador —contestó.

Reí por lo bajo cuando miré las rebanadas de pizza mordisqueadas en ese plato grande, las cervezas, bebidas energéticas y sobras de sushi.

—No puedo seguir comiendo comida chatarra, engordaré más si no me detengo y...

—¿Qué hay de malo en tener curvas? —inquirió el agente Marco con tono serio, me incorporé para cerrar la puerta y cuando giré para verlo, sus orbes me recorrieron de abajo hacia arriba con lentitud mortífera y descaro atrayente hasta que nuestros ojos se conectaron unos segundos.

—Lo único malo —sonreí dejándome sentir el calor rico que su mirada propició—, es que tendré que comprar ropa nueva y ese es un gasto que no puedo permitirme por las quimioterapias de Willow.

—Señorita Mason, usted es millonaria desde hace casi una semana. Puede comprar lo que quiera. Y a juzgar por la cantidad, puede permitirse ir de compras dos veces a la semana si así lo desea —habló el agente Payton mientras recogía los platos de la mesa, fue totalmente ajeno a esas miradas que se compartían entre las cuatro paredes que de pronto me parecieron pequeñas y acaloradas.

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