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Capítulo 4.

Nicholas.

Quería tener sexo.

Necesitaba tener sexo. Hombre o mujer, ambos a la vez, me daba igual. Mi cuerpo lo necesitaba.

Esto se estaba convirtiendo en un puto calvario, trabajar como agente encubierto no me molestaba en absoluto, no por la cantidad de dinero que estaban dispuestos a ofrecer, pero mi tiempo personal se terminaba cuando el contrato se manchaba con mi firma.

Y este año, había sido casi asfixiante por la dedicación que tuve que poner en esta investigación. Indagar en todos los contratos y tratar de encontrar a Gabriel Tompson culpable, se habían vuelto mi pan de cada día.

Las noches en vela investigando, los días enteros siguiendo los pasos de mi objetivo y las pequeñas interacciones que llegué a tener con su círculo cercano para obtener información, reemplazaron las noches de fiesta, las noches para poder ver mis partidos de hockey y las noches con una mujer que montara mi cara mientras otra me la chupaba.

Poner en riesgo toda mi carrera por una noche llena de orgasmos y sudor durante una misión nunca fue una opción. Pero masturbarme se había vuelto algo ordinario y sin sentido después de un puto año.

—Llegaremos en una hora —la voz de Marco resonó desde el otro lado del teléfono cuando contesté—, ten todo listo.

—Parece que no sabes con quien estas hablando.

Una risa del otro lado de la línea me hizo sonreír.

—Bastardo engreído, sé con quien estoy hablando. Más te vale que hayas pedido la pizza y las cervezas.

—Te lo dije, tengo todo listo.

La casa en este pequeño pueblo a las afueras de la ciudad sería su hogar durante estos meses.

Marco y yo trabajaríamos de la mano con el equipo de investigación al mismo tiempo que tendríamos que cuidar a la nieta de Grace Mason. Habían instalado cámaras en todo el perímetro de la casa, dentro de esta y en parte del bosque que se abría detrás de las cinco casas que había en esta calle.

Este pueblo era un lugar seguro, lo fue desde que Simone me adoptó a los catorce años. Desde que me salvó la vida cuando me recogió de las calles en Detroit.

Como lo prometió mi mejor amigo, una hora después, tres camionetas estacionaron frente a la entrada principal.

Marco bajó primero con el arma en su mano al igual que otros agentes y tuve que apretar mi boca para no burlarme de su paranoia aun sabiendo que yo estaba aquí. Que todo estaba jodidamente preparado.

Había recorrido el perímetro seis veces antes de que llegaran, las cámaras dos y todas las puertas y ventanas tres veces.

Después bajó Charlotte, miró con curiosidad las casas aledañas antes de clavarle la mirada a la casa donde crecí.

—Es un poco teatral tu entrada considerando que tenemos vecinos —dije al acercarme a mi mejor con lentes oscuros—, ¿va a dispararme, agente?

Saludé a ese hijo de puta con un abrazo mientras respondió:

—Si sigues jodiéndome, sí, tal vez te dispare en las bolas que tanto te gusta usar.

Me separé de ese familiar abrazo.

—Señorita Charlotte —dirigí mi atención hacia la pelinegra que era un poco más baja que yo y Marco—, no tuve la oportunidad de presentarme correctamente hace unos días, soy el agente Nicholas Payton, miembro del equipo de rescate y fuerza de élite de Detroit. Francotirador privado y...

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