Capítulo 9. Sustos genéticos

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SIENNA

- Estoy muy contenta de que por fin hayamos podido reunirnos —anunció Charlotte desde el otro lado de la mesa.

Estábamos sentados en un pintoresco restaurante italiano, en una mesa junto a la ventana principal. Y aunque había una evidente agresividad pasiva en las palabras de Charlotte, no pude evitar sentir que esta noche sería... agradable.

- Es precioso —le sonreí—. Cuéntanos, ¿qué habéis estado haciendo vosotros dos?

- Bueno, acabamos de volver de una estancia de un mes en Bora Bora. Fue todo lo contrario a un aburrimiento —dijo Daniel, esperando que nos riéramos de su broma. Dejé escapar una risita educada y Aiden forzó una sonrisa.

La boca de Charlotte no se movió.

- Sí, fue agradable. Aunque el sol envejece después de un tiempo, ¿no?

- No creo que el sol haya envejecido en los miles de millones de años que lleva ardiendo, mamá —respondió Aiden.

Le di una patada por debajo de la mesa.

Pórtate bien, Aiden.

- Mencionaste el asunto de la manada la otra noche, Aiden. ¿De qué se trataba? ¿Hay algo que debamos saber? —preguntó Daniel, metiéndose un trozo de pan en la boca.

Observé cómo su mano bronceada extendía más mantequilla en un nuevo trozo de pan antes de que terminara de masticar.

- No —respondió Aiden—. No hay nada de qué preocuparse. Sólo algunas cosas de liderazgo.

- No necesito recordarte que una vez fui líder, hijo —respondió Daniel con la boca llena.

- No, no tienes que hacerlo, papá.

- ¿Todo listo para pedir? —preguntó el camarero al aparecer en nuestra mesa, y asentimos.

Después de otra hora y media de conversación medio agradable, estábamos terminando nuestras comidas y listos para salir de allí.

Puede que Aiden y yo no estuviéramos atrapados por la Pruma en ese momento, pero yo estaba más que contenta de hacer un poco el amor normal.

La cena con mis suegros era toda la interacción con ellos que podía soportar en una noche.

Nos pusimos los abrigos y salimos, a punto de despedirnos, cuando oí una voz inconfundible que me llamaba desde el otro lado de la calle.

- ¡SIENNA!

Me giré para ver a mi madre cruzando la calle a toda velocidad, para consternación de los coches que intentaban circular.

Mierda.

Mamá lo sabía todo sobre los padres de Aiden, y no era precisamente su mayor fan.

Por mucho que me gustara el hecho de saber que ella intentaría dar la cara por mí, no quería montar una escena.

Sólo quería que la noche terminara.

- Hola, mamá —exclamé con falsa sinceridad mientras la abrazaba.

- Hola, Melissa —Aiden la abrazó a continuación—. Melissa, ya conoces a mis padres, Charlotte y Daniel —presentó Aiden.

Melissa asintió, sonriéndoles.

- Por supuesto, no sabía que habíais vuelto a la ciudad.

- Acabamos de llegar de Bora Bora hace un par de días —respondió Daniel.

Lobos milenarios (libro 4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora