Una vez se alinearon los planetas para abrir la brecha entre los dos mundos, con una esfera caída del cielo, Oh MinGyu se encuentra con la persona menos oportuna del todo el multiverso: un amigo y un primer amor.
Para su suerte, fue Choi Soobin qui...
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Cerró sus ojos con fuerza cruzando los dedos, rogando que Soobin siguiera vivo después de lo que había hecho. ¡Si no era así, jamás se lo perdonaría! Soobin merecía seguir con su vida, no valía la pena arriesgarlo todo, pronto se aseguraría de salvar a sus padres y a sus amigos, pero con él, lejos de allí. Sus manos comenzaron a temblar por el frío y la ansiedad, no fue un momento digno para declararse, pero si no lo volvía a ver, al menos ella confesó como es que se sentía.
Detrás de ella, escuchó como los hombres de seguridad se acercaban para tomarla de los brazos; entonces se encontró con Goseok. Sus ojos se encontraron, endureció la mirada manteniéndose firme, no quería dejar en claro que había fracasado, pero él no parecía intimidado.
—Pero, ¿¡qué has hecho!? ¿¡Por qué lo tiraste!? —exclamó sin poder creerlo.
—¡Lo envié a casa!, no quiero que siga en peligro, es mejor si vuelve a su hogar —dijo con la voz temblorosa.
—¿Y si ya no está la grieta a su mundo? —le cuestionó; entonces, escuchó el tic-tac del reloj marcar las 5:53—. Tú, hiciste lo que él quería.
MinGyu refunfuñó, sus ojos se desviaron hasta donde estaba Yeonjun, quien había llegado unos segundos antes. Dos hombres lo sostenían de los brazos para evitar que escapara.
—MinGyu, no funciona así —gritó, captando la atención de todos.
—¿¡Qué quieres decir!?
Yeonjun remojó sus labios, sabiendo que fue una pésima decisión aventarlo del edificio.
—Antes de ir a su mundo, hicimos pruebas. Solo se puede viajar allí, a las 5:53 a.m. —explicó, haciendo un ademán.
Ella abrió su boca sorprendida, cometió otro error fatal. Cuando el cayó, el reloj marcaba las 5:52, sino fue a su mundo, ¿a dónde lo mandó?. Tapó sus labios con sus manos, dejándose caer al suelo sin poder creerlo. ¿Lo había perdido para siempre? Negó con la mirada. Miró al suelo, viendo como gotas caían allí, fue cuando se dio cuenta que estaba llorando, porque ya no soportaba ese sentimiento amargo desde el día que encontró a su padre en el sótano. Lo intentó, intentó ser dura y limpiar su nombre, arriesgó todo lo que tenía, poniendo en riesgo a personas desconocidas, todo para acabar de esta forma.
Sin la esfera, sin un padre, con la reputación manchada de por vida, y ahora al chico que le gustaba.
«Cuanto lo siento, papá. No fui lo suficiente para recuperar la empresa, fracasé»
Golpeó el suelo con sus puños, ignorando el dolor que esto le causó y recargó se cabeza en este, encogiendose en su propio lugar mientras sollozaba. Goseok la miraba con la mirada seria, pero su corazón se estrujaba por dentro. Miró a su alrededor, con arrepentimiento, ¿en serio hacia esto por poder? ¿Venganza? ¿Qué era lo que en verdad quería?
Suspiró, apretando los puños.
—Ya no puedo, ya no puedo continuar —confesó, cerrando sus ojos. MinGyu dejó de sollozar, para mirarlo.