𝔠𝔞𝔭𝔦𝔱𝔲𝔩𝔬 𝔡𝔬𝔰

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Desde hace una hora, Sarah se encargó de colocar los snacks salados en bowls y decorar un poco con algunos globos azules el patio trasero. Colgó un cartel en la puerta deslizante de cristal donde podía leerse "Feliz Cumpleaños" en letras de molde del mismo tono de azul que los globos. Caminó unos pasos hacia atrás para asegurarse que el cartel había quedado justo en el medio y derecho, detrás de la mesa decorada con un mantel de plástico blanco.

Escuchó la puerta de entrada abrirse, y se aproximó a ella, irritada.

—¡¿Dónde estaban?!— se cruzó de brazos al encontrarse con su tío y su padre.

Ambos hombres se vieron, dudosos.

—Trabajando— dijo Joel, por fin. Traía una mancha casi inexistente de aceite viejo en la mejilla. También, al igual que Tommy, estaba sudado.

—Sé que tu reloj se perdió— dijo la chica—, pero tienes que estar más atento a la hora. ¡Ya son casi las ocho!

—¿Qué pasa a las ocho?— preguntó Tommy mientras dejaba sus zapatos llenos de barro seco y bolso de lado en la entrada.

—Betty vendrá— respondió Sarah.

—¡No inventes!— dijo el hombre menor en tono divertido—. ¿Ya la invitamos a eventos familiares? Eso es un gran progreso...

—Cierra la boca— soltó su hermano. Dejó caer su bolso de lado negro, y soltó un pequeño quejido por una punzada que sintió en la espalda baja. Miró a su hija y suspiró—. No debiste haberla invitado.

—¿Por qué?

—Porque está casada, y...

—¡¿Qué?!— exclamaron Tommy y Sarah al unísono.

—Se puede mal interpretar— continuó el hombre mayor.

—Vaya...— dijo el hombre menor—. Qué mal, pero nada que un divorcio no pueda arreglar— dio una palmada en el hombro de su hermano y, antes de que este pudiera responderle, subió las escaleras—. Iré a darme una ducha.

—Betty no está casada— la chica negó con la cabeza y frunció el ceño.

—Se casó hace unos días. Por eso no había ido a trabajar al supermercado.

—La voy a matar cuando la vea...— Sarah rechinó los dientes y respiró pesadamente por la nariz—. ¡¿En qué estaba pensando cuando se casó con ese idiota?! A ella le gustas.

—Cariño— pasó su mano por su rostro, expandiendo la mancha de aceite de su mejilla. Sabía que Sarah no lo hacía con mala intención y quería lo mejor para él, pero no podía evitar sentirse desanimado y frustrado—, no digas tonterías...

—Y a ti ella te gusta. No sé qué estás esperando...

—Si así lo fuera— la miró con ojos desafiantes, pero tranquilos—, y no lo es, no hay nada que hacer. Ella está con Bill, y soy muy mayor para ella.

La chica soltó un bufido y caminó hacia la cocina para buscar las gaseosas en el refrigerador.

—Betty no es feliz con ese tarado que lo único que hace es criticarla— dijo Sarah, pensando en voz alta. Colocó de manera brusca las botellas de plástico en el mesón. Observó a Joel, que la miraba de vuelta—. ¿Por qué alguien elige no ser feliz?

—Porque a veces creemos que es lo que merecemos— rechinó sus dientes, pensativo. No solo hablaba de Betty, si no de él mismo. No pudo evitar pensar en su relación con Ginebra, la madre de Sarah. Ella lo había engañado tantas veces, que ni siquiera es capaz de recordar el número exacto, y él simplemente permaneció allí hasta que Ginebra decidió dejarlo un día sin avisar. Despertó una mañana, y tanto ella como sus cosas se habían ido. Sacudió ligeramente la cabeza para salir de sus pensamientos—. Iré al baño.

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