𝔠𝔞𝔭𝔦𝔱𝔲𝔩𝔬 𝔡𝔦𝔢𝔷

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El sonido de las puertas del auto abriéndose hizo que Betty despertara dando un pequeño salto. Miró a su alrededor, y Joel y Ellie bajaban del coche. Plantó sus ojos en una pequeña cabaña abandonada en el medio del bosque. Estaba completamente construida en madera, y tenía musgo.

—¡Pido una habitación!— exclamó la menor corriendo hacia la casa. El hombre la tomó del brazo para detenerla.

—Espera aquí— chistó—. Revisaré que todo esté en orden.

Ellie soltó un bufido y se desprendió del agarre.

—Cómo sea.

Mientras Joel entraba a la cabaña con cautela y rifle en mano, Betty, aún mareada, bajó del auto. Apoyó su mano en la puerta abierta, y respiró hondo con ojos cerrados para intentar disminuir las náuseas.

Pasaron algunos minutos antes de que el hombre abriera por completo la puerta principal. Con un movimiento de cabeza, le indicó a la menor que podía pasar. Esta entró, y dejó su mochila en el viejo sofá que parecía ser verde oscuro. Tomó asiento, y suspiró mirando el techo.

—Acogedor.

—No puedes entrar a los lugares de esa manera, niña— refutó Joel mientras dejaba su mochila sobre la pequeña mesa de madera que estaba junto a la deteriorada cocina de solo dos estufas.

—Tengo un nombre...

—Ten más cuidado— interrumpió—. No sabes con lo que puedas encontrarte.

—¿Infectados? Puedo manejarlo— de su bolsillo tomó una navaja que Betty le había enseñado a usar. Comenzó a jugar con ella entre sus dedos.

—Peor.

—¿Qué puede ser peor que los infectados?

Joel, que se dirigía al auto, se detuvo en seco. Tragó saliva, y rechinó los dientes con mandíbula apretada.

—Personas.

—¿A qué te refieres?

Iba a responder, pero se encontró con Betty en el marco de la entrada. Lucía pálida, y sus ojeras estaban pronunciadas.

—Iba a buscarte— dijo el hombre en tono serio—. No debiste bajar sola del coche.

—Estoy resfriada, Joel— se quejó mientras entraba, pasando junto a él sin mirarlo—. No me estoy muriendo.

—¿Te sientes mejor?— Ellie levantó la cabeza, observando cómo la chica se colocaba junto a ella.

—No es nada— soltó un pequeño quejido al sentarse y dejarse caer hacia atrás en el espaldar. Dejó en el suelo su mochila, y colocó su antebrazo a la altura de sus ojos—. Pueden ir a dormir y me quedaré vigilando. Ya descansé todo el camino.

—Vas a recostarte en la cama— dijo Joel—. Hay dos habitaciones con camas.

—¡Yo...!

—Eliges una— continuó el hombre, irritado—. Ya lo sé.

Ellie puso los ojos en blanco y se cruzó de brazos.

La chica soltó un largo suspiro, y se puso de pie de nuevo. No tenía fuerza para discutir. Caminó hacia una de las habitaciones, y tomó asiento en el colchón viejo y desnudo. Al hacerlo, los resortes debajo de ella rechinaron.

La menor entró en la habitación restante justo en frente de la otra.

—Que descansen— dijo Ellie mientras se encerraba en la habitación.

—No dejes la puerta completamente cerrada— Betty habló en voz alta para que la menor pudiera escucharla.

—De acuerdo— escuchó decir a Ellie, pero ella no abrió la puerta. La chica, en respuesta, soltó un bufido.

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