𝔠𝔞𝔭𝔦𝔱𝔲𝔩𝔬 𝔠𝔲𝔞𝔯𝔢𝔫𝔱𝔞: 𝔢𝔭𝔦𝔩𝔬𝔤𝔬

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"El mundo es una odiosa colección de recuerdos que claman que ella existió y yo la perdí"

Cumbres Borrascosas




Seis años después

Con manos levemente temblorosas, Joel buscó la llave de su hogar en el bolsillo de su pantalón y abrió la puerta. Las bisagras rechinaron cuando lo hizo, y soltó un quejido con expresión malhumorada, pensando que a primera hora de la mañana tendría que repararla.

La madera del suelo sonaba con el contacto de su bastón al avanzar dentro de la morada. El dolor en sus piernas había aumentado significativamente un par de años atrás, impidiéndole caminar con normalidad sin apoyo del objeto.

Giró hacia la derecha, como siempre hacía al llegar, para observar los decorados sobre la chimenea que Tommy le había regalado. También había un dibujo de Betty realizado a mano, dos fotografías de Joel y Sarah que su hermano menor había podido conservar después de todo y la máquina de escribir de Betty. En ambos decorados podía leerse:

Sarah Miller

1997 - 2011


Betty Jones-Miller

1990 - 2023

Sonrió a boca cerrada.

—Estoy en casa— dijo a ellas, y se dirigió a la cocina.

Del refrigerador tomó un recipiente. Este contenía pasto que había lavado la noche anterior. Cogió un puñado y lo colocó en un plato para mascotas. Caminó en la oscura sala de estar hasta salir al patio, con el plato y bastón en cada mano.

—Cujo— llamó y golpeó el plato en el marco de la puerta deslizante para hacerlo sonar—, es hora de comer.

La oveja salió del pequeño cobertizo para animales que Joel, con gran ayuda de Ellie, había construido para el animal. Cujo soltó un balido mientras corría hacia el hombre con emoción. Joel tomó asiento en la silla acolchada junto a la puerta, flexionando sus piernas y dejándose caer por el dolor. Colocó el plato en el suelo y se apoyó en el espaldar. Suspiró y cerró sus ojos.

Antes de empezar a comer, la oveja entró a la casa y arrastró con su frente el pequeño banco donde el hombre solía subir sus pies para aliviar las molestias de sus extremidades hasta él. Joel soltó un bufido ronco acompañado de una pequeña risa.

—No puedo creer que Ellie te haya enseñado a hacer eso— habló el hombre. Subió los pies al banco, y exclamó un suspiro de alivio—. Gracias.

La oveja respondió con un estruendoso "bee" e ingirió con ansias lo que había en su plato.

El hombre miró el paisaje con cielo gris azulado, indicando que en pocos minutos anochecería. Había un árbol cerca de su patio, del otro lado de la cerca y, a muchos metros de distancia, podía distinguirse el cementerio de Jackson, donde yacían lápidas en honor a Tess, Henry, Sam, Riley, Anna e, incluso, Riz. Joel se encargaba de mantenerlas limpias además del cuidado de los animales del pueblo.

En cambio, los objetos en honor a Sarah y Betty pertenecían a su hogar.

Su rutina diaria consistía en revisar que los trabajadores de los establos y zonas de animales mantuvieran todo en orden, pues desde que empeoró su condición, no pudo seguir haciéndolo por su cuenta. El resto de la tarde iba a casa de Ellie y Dina para cenar y pasar el rato junto a ellas, Tommy que iba junto a María y el hijo de ambos, Peter, y JJ, el bebé de Dina que Ellie había decidido adoptar.

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