𝔠𝔞𝔭𝔦𝔱𝔲𝔩𝔬 𝔱𝔯𝔢𝔦𝔫𝔱𝔞 𝔶 𝔲𝔫𝔬

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La chica se aproximó al caballo del establo que se mantenía de pie con la vista en frente. Era de color café oscuro, y sus ojos parecían ser completamente negros. Betty no pudo evitar dibujar en su rostro una sutil expresión de desagrado.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca, pasó la yema de sus dedos en el corto pelaje del animal. Este no reaccionó.

—No tengo una razón en concreto por la cuál no me gusten los de tu especie— dijo en un susurro, temiendo que alguna persona pudiera escucharla hablar con un caballo—. Solo... me aterra que algo pase cuando esté sobre ti y caiga al suelo. Es una tontería porque ya he... —tragó saliva, pensando en todo lo que había tenido que pasar años atrás, y a qué tipo de criaturas y personas se había enfrentado—. En fin. Supongo que tendremos que hacer las paces.

El caballo movió su cabeza arriba y abajo. La chica soltó una pequeña risa, pues parecía que el animal asentía.

—¿Estás listo para esta aventura?— preguntó mientras deslizaba sus dedos a la crin negra del caballo.

Como era de esperarse, este no respondió. Permaneció inmóvil, sin apartar la mirada de la puerta del establo.

—Tampoco yo— habló la chica luego de varios segundos. Suspiró.

—De acuerdo— dijo Joel detrás de ella luego de un momento mientras acomodaba el equipaje en la zona trasera del animal—. Creo que estamos listos.

Betty, distraída, asintió.

El hombre ajustó las correas alrededor del caballo, y le dio una fugaz caricia antes de observar a la chica. Notó que algo le ocurría.

—¿Estás bien?

—Sí— se apresuró a decir Betty mientras sacudía ligeramente su cabeza, restándole importancia—. Solo estoy un poco cansada. Es muy temprano— levantó la vista para observar el cielo azul grisáceo. Estaba por amanecer, y parecía que el resto del día sería nublado.

—Betty— llamó a la chica con delicadeza, y esta giró su rostro hacia él—, ¿por qué no te quedas? Podemos hablar con Ellie...

—No— interrumpió la chica con amabilidad—. No puedo.

—¿Por qué?

—Sabes muy bien por qué, Joel— lo observó con expresión triste, y sus labios formaban una leve curva caída—. Sería peor porque... —tragó saliva— necesito saber que está bien. En todo momento. Necesito asegurarme de que nada le pase —respiró hondo, conteniendo sus lágrimas—. O intentarlo, al menos. A toda costa. A donde Ellie vaya, iré yo.

El hombre apretó su mandíbula y frunció sutilmente el ceño. No podía refutarle, porque entendía perfectamente lo que la chica se refería. Era algo que mantenía presente continuamente. Incluso antes de la expansión del Cordyceps.

Siempre proteger a los suyos.

Caminó hacia ella y la tomó del brazo para aproximarla a sí en un movimiento torpe y tosco. Rodeó el torso de la chica con sus grandes brazos, y ella respondió el gesto rodeando la cintura de él. Cerró sus ojos y suspiró, sintiendo el aroma a cuero que Joel emanaba gracias a su chaqueta.

—Va a estar bien— susurró en voz ronca antes de alejarse lo suficiente para tomar el rostro de la chica con ambas manos y mirarla. Acarició las mejillas de ella con sus pulgares—. Estaremos bien.

—Lo sé— se limitó a decir debido a que nada le causaba más seguridad que estar rodeada de los brazos de Joel.

—Estoy lista— escucharon ambos hablar a la menor, y giraron a observarla. El hombre mantenía el brazo sobre los hombros de Betty. Ellie traía su rifle sin municiones colgado de un lado, y junto a ella estaba Tommy.

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