𝔠𝔞𝔭𝔦𝔱𝔲𝔩𝔬 𝔱𝔯𝔢𝔦𝔫𝔱𝔞 𝔶 𝔫𝔲𝔢𝔳𝔢

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"En el subsuelo de uno de los magníficos edificios públicos de Omelas, o quizá en los sótanos de una de esas espaciosas mansiones privadas, hay un cuarto."

"Hay un niño sentado en este lugar."

"Todos saben que está allá, todos los habitantes de Omelas. Algunos comprenden por qué, otros no, pero todos comprenden que su felicidad, la belleza de su ciudad, el afecto de sus relaciones, la salud de sus hijos, la sabiduría de sus sabios, el talento de sus artistas, incluso la abundancia de sus cosechas y la clemencia de su clima dependen completamente de la horrible miseria de aquel niño."

"Si el niño fuera conducido a la luz del sol, fuera de aquel abominable lugar, si fuera lavado y alimentado y reconfortado, sería sin la menor duda una gran cosa; pero si se hiciera esto, toda la prosperidad, la belleza y la alegría de Omelas serían destruidas a la siguiente hora."

Cuento "Los Que Se Alejan de Omelas" por Ursula K. Le Guin




El oído completamente funcional de Joel comenzó a zumbar con fuerza, haciéndolo volver a la consciencia. Sin embargo, no era capaz de abrir los ojos. Sorbió su nariz e intentó moverse, sintiendo debajo de sí el colchón cubierto de una sábana.

—Joel— escuchó a lo lejos la voz de Betty. Esto lo hizo incorporarse y abrir los ojos. Todo lucía nublado para él, pero pudo distinguir a la chica—. Despierta...

El hombre frotó sus ojos para volver su vista a la normalidad. Al hacerlo, miró a su alrededor. Betty se encontraba junto a él sentada en la cama, y Marlene y tres hombres más los apuntaban con armas desde la entrada de la habitación del deteriorado hospital.

—¿Qué está pasando?— dijo Joel, aún desorientado—. ¿Dónde está Ellie?

—Está bien— respondió la mujer morena, antes de que la chica lo hiciera.

Betty observó a Marlene con ceño fruncido y mandíbula apretada.

—Déjame verla.

La mujer morena respiró hondo, y negó con la cabeza.

—¡¿Dónde está?!— gritó un hombre en el pasillo. Podían, además, escuchar forcejeos.

—Riz... —susurró Betty con nerviosismo—. ¡Riz!

—Betty...— el hombre moreno entró a la habitación, soltándose del agarre de una mujer y empujando a uno de los individuos que acompañaban a la mujer morena. Corrió hacia la chica y la abrazó con fuerza—. Estás bien... —tomó el rostro de ella con ambas manos, y juntó sus frentes.

—También tú— lágrimas corrían por sus mejillas—. ¿La viste? ¿Dónde está? ¿Qué ocurre...?

—No pudimos detenerlo— murmuró la mujer que había ido tras Riz hacia Marlene—. Y nos diste la orden de no matarlo, así que... —se encogió de hombros.

La mujer morena negó con la cabeza, restándole importancia.

—¿Qué cojones está pasando?— habló Joel luego de un momento. Cogió a Betty de la cintura y la atrajo a sí. No confiaba en ninguna de las personas de aquella habitación.

El hombre moreno respiró por la nariz y rechinó los dientes. Tenía muchas preguntas al respecto de la chica y el hombre mayor, pero no podía resolverlas ahora.

Ellie era la prioridad de Betty, y Betty y aquella niña se habían convertido en su prioridad.

—No lo sé— respondió con desdén—. Ellie está en la sala de cirugía, pero no me dejaron entrar— giró hacia Marlene, mirándola con desprecio—. Me dijiste que solo sería una revisión y tomar muestras de sangre.

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