𝔠𝔞𝔭𝔦𝔱𝔲𝔩𝔬 𝔳𝔢𝔦𝔫𝔱𝔦𝔱𝔯𝔢𝔰

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Después de algunos días de camino, Joel, Betty y Ellie no tuvieron más opción que dejar el auto atrás debido a que era momento de adentrarse al bosque colmado de árboles.

A pesar de que Joel y Betty no se ignoraban y se trataban con amabilidad, la menor pudo notar la distancia entre ellos. Por lo tanto, ella conversaba anímicamente con ambos y leía chistes de su libro. Esto los ayuda a despejar sus pensamientos de la situación del otro.

Al menos un poco.

Vislumbraron una cabaña a metros de distancia luego de dejar atrás la maleza cubierta de nieve, y decidieron que lo mejor era buscar provisiones allí. Prepararon sus armas en caso de necesitarla (incluida Ellie con su pequeña pistola) y caminaron hacia allí, atentos a cualquier cosa que pudiera pasar.

La chica sorbía su nariz una y otra vez. El hombre, que siempre la miraba de soslayo, notó que podría estar resfriada. Las mejillas de Betty estaban coloradas, al igual que sus ojos y nariz. También tiritaba. Analizó la chaqueta de Betty, y esta lucía desgastada. Era de hombre y le quedaba grande. Se preguntó si la había encontrado en algún lugar, o si el idiota de Riz se la había dado...

Joel suspiró, irritado, y se quitó su saco marrón para extenderlo hacia ella.

—Póntelo— dijo en voz grave y autoritaria.

—Estoy bien— Betty no se detuvo.

—No te estoy preguntando— colocó su brazo frente de la chica para detenerla. Esta lo miró con mandíbula apretada—. No tenemos casi medicinas en caso de que vuelvas a enfermarte.

—¿Y qué hay de ti?

El hombre se encogió de hombros.

—Me las puedo arreglar con la ropa que tengo puesta.

—No es suficiente...

—Betty— refutó en tono severo—. No hagas que te coloque la chaqueta a la fuerza...

La chica mordió su lengua.

—Inténtalo, y verás lo que te pasa.

—¿Pueden dejar de actuar como niños?— dijo Ellie con leve enojo y en un susurro. Estaban cerca de la cabaña—. Betty, ponte la puta chaqueta y Joel, deja de ser tan cascarrabias.

Ambos adultos suspiraron, y la chica tomó la chaqueta con cierta brusquedad de la mano del hombre. Se la colocó y, a pesar de que era un poco pesada, sintió calidez no solo por la gruesa tela. Podía sentir el calor de la piel de Joel, y su aroma...

—Lo siento— dijo él, dedicándole una mirada fugaz a la chica mientras continuaban su camino. Miraban a su alrededor asegurándose que no corrían peligro—. Solo no quiero que te enfermes —carraspeó—. Sería complicado...

—Lo sé. Igual es mi culpa. Si hubiese tomado un saco en mejor estado de la casa donde estuvimos no habrías tenido la necesidad de darme el tuyo...

Joel la tomó del brazo con firmeza, pero sin lastimarla. Ella giró a observarlo con ojos tristes.

—No— apretó su mandíbula—. No te culpes— a simple vista parecía algo tonto y sin importancia, pero el hombre sabía que Betty solía menospreciarse incluso por asuntos como esos. Y, si lo hacía, no era algo tonto y sin importancia para él—. Estábamos... —suspiró por la nariz— pensando en otras cosas y no nos dimos cuenta de que necesitas una nueva.

La chica observó la expresión de cachorro de Joel camuflada por una mueca severa. Escuchó el sonido de una delgada rama quebrarse, y volvió la vista con su arma levantada. Suspiró aliviada al darse cuenta que se trataba de la menor.

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