𝔠𝔞𝔭𝔦𝔱𝔲𝔩𝔬 𝔡𝔬𝔠𝔢

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Betty podía ver las afueras de una Zona de Cuarentena que parecía abandonada. No había agentes de FEDRA en el puesto de control, por lo que continuó el camino sin detenerse, acercándose con velocidad.

—Entonces...— dijo Ellie observando a la chica, que mantenía la vista en la carretera desolada bajo el cielo rosa y naranja, indicando que estaba por anochecer—. ¿Puedo tener un arma?

Betty iba a contestarle, pero la voz somnolienta de Joel interrumpió.

—No— inhaló por la nariz, y se incorporó en el asiento—. Es muy peligroso.

—Pero...

—Lo hablaremos luego, Ellie— dijo Betty en tono amable. Esta soltó un bufido, y miró con ceño fruncido y mandíbula apretada a través de la ventana—. No le prohibes cosas a los adolescentes— susurró hacia Joel, intentando ser divertida.

—¿Qué?— su cabeza daba un poco de vueltas. Había descansado, y su organismo parecía querer seguir durmiendo, pero tenía que permanecer alerta.

—No le dices qué hacer a los adolescentes— repitió la chica—. Negocias con ellos.

—Sé cómo lidiar con una adolescente, Betty— dijo en tono serio. Betty tragó saliva, y pensó en Sarah. Sus intenciones no habían sido traerla a colación.

—¿Dormiste bien?— la chica habló sin susurrar.

—Define bien— soltó un quejido y estiró levemente su espalda.

Betty suspiró, rindiéndose.

—Tomaré eso como un sí— dijo para sus adentros.

Mientras la chica se adentraba a la ciudad que parecía inhabitada, Joel no pudo evitar observar su perfil. Su hermoso rostro no había cambiado casi nada. Solo su mandíbula parecía más pronunciada, y sus cejas estaban en constante y leve ceño fruncido, pero sabía que eso era por su expresión de madurez. Sabía que debajo de esa expresión, se encontraba la misma chica tierna que él había conocido.

Disparos comenzaron a chocar contra la coraza del auto y, al instante, los tres bajaron sus cabezas. Con dificultad, Betty dirigió el coche hacia la entrada de un edificio y, una vez dentro, Ellie y Joel bajaron del auto por el lado derecho. La chica, que estaba en el lado izquierdo, se movió con agilidad y sigilo a la parte de atrás. La menor mantenía la puerta trasera abierta mientras Betty cogía las armas del maletero sin asomar la cabeza. Disparos seguían sonando contra el auto, y uno rompió el cristal de la ventana más próxima a la chica. Esta dio un muy sutil salto de la impresión, pero permaneció enfocada en su cometido.

En cambio, el hombre, al percatarse que Ellie ya estaba fuera del auto junto a él, no podía dejar de observar a Betty mientras respiraba con dificultad, temiendo lo peor. Tampoco podía moverse.

Estaba paralizado por la idea de que algo le pasara. Los disparos seguían sonando.

Betty extendió el rifle hacia Joel, y esto hizo que él reaccionara. Lo cogió, desactivó el seguro del arma y se aseguró que estuviera cargada. La chica hizo lo mismo con una pistola más pequeña. La otra la guardó en la parte trasera de su pantalón, a la altura de su espalda baja.

—Escuchen— dijo el hombre, hablando lo suficientemente alto para que pudieran oírlo entre los disparos—. Al otro lado hay un agujero en la pared. Cuando les diga...

—No puedo— susurró Ellie. Hablaba cómo si su mente no estuviera allí.

—Mírame— Joel habló con firmeza, pero tranquilo. La menor obedeció—. No van a lastimarte si haces lo que te digo...

—¡Ahora, Ellie!— interrumpió Betty. Se puso de pie y comenzó a disparar a las primeras personas que aparecieron a lo lejos en su campo de visión. Joel soltó una maldición mientras se erguía. Disparó con el rifle y observó cómo después de hacerlo pequeñas figuras de hombres caían al suelo. La menor se arrastró por el suelo lo más rápido que pudo y llegó hasta el otro lado, pero permaneció allí detrás de un mueble viejo de madera. No pasaría a través del agujero sin estar segura que la chica y el hombre estarían bien.

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