𝔠𝔞𝔭𝔦𝔱𝔲𝔩𝔬 𝔡𝔦𝔢𝔠𝔦𝔬𝔠𝔥𝔬

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Luego de unos minutos, Betty salió de la habitación con expresión serena. Sus ojos y nariz estaban levemente hinchados. A pesar de ello, no lucía como que había sollozado hasta que le ardiera su garganta.

Había un par de autos en el aparcadero que Joel se había tomado el trabajo de revisar. Afortunadamente, uno de ellos funcionaba, y lo alistó para ponerse en marcha.

Pero antes, Ellie habló por primera vez desde el fatídico incidente. Dijo que quería hacer un funeral para Henry y Sam. Ambos adultos se miraron con ojos afligidos y se dieron cuenta que, si eso ayudaba a que la menor se sintiera mejor, lo harían.

Betty encontró palas en el depósito de limpieza del motel y, junto a Ellie, cavaron dos agujeros mientras Joel cubría los cuerpos con sábanas viejas y los llevaba hasta allí.

Ellos se mantuvieron unos cuantos metros alejados una vez que pusieron la tierra sobre los cadáveres. Ellie, en cambio, se colocó en cuclillas cerca de la tumba improvisada de Sam. Había hecho dos cruces con ramas y las clavó en el suelo. Tenía en sus manos la pequeña pizarra del niño. Antes de colocarla sobre el sepulcro del pequeño, escribió: "Lo siento".

Mientras tanto, la chica no podía evitar pensar cómo le habría gustado hacer lo mismo por Bill. Tragó saliva e intentó concentrarse en lo que tenía frente a sus ojos para no perder el control de nuevo.

El hombre la miraba fijamente, como si esto pudiese darle indicios sobre qué ocurría en la cabeza de ella. Respiró hondo con mandíbula apretada, y tomó la muñeca de Betty con delicadeza. La chica giró hacia su dirección al sentir su tacto, y sólo pudo encontrarse con ojos tristes, pero comprensivos.

Con desánimo, Betty sonrió a boca cerrada.

Observaron cómo la menor pasó junto a ellos para dirigirse al auto que Joel había alistado, y la siguieron.

El hombre había descansado unas horas, por lo que se colocó en el asiento del piloto y condujo por la desolada carretera. Betty observaba la ventana desde el asiento del copiloto, y Ellie hacía lo mismo en el asiento trasero. Joel les dedicaba miradas esporádicas a ambas, preocupado.

Tiempo después, la menor tomó un libro de su mochila y lo abrió.

—¿Qué tienes ahí, niña?— dijo Joel con voz ronca y tono tranquilo.

Ellie levantó la mirada para observarlo a través del espejo retrovisor. Sonrió a boca cerrada y se encogió de hombros.

—Solo...— pensó por un momento y, al ver cómo los labios de Joel dibujaban una pequeña sonrisa, se acercó a él inclinándose hacia adelante para mostrarle el tomo—. Lo encontré en la sala de juegos y decidí llevármelo. La cubierta y el título captaron mi atención.

El hombre pasó rápidamente sus ojos por el libro para no desconcentrarse del camino, pero al leer las palabras escritas con letras de molde amarillas y observar la portada con soldados espaciales luchando contra grandes extraterrestres, no pudo evitar soltar una pequeña risa.

Era un ejemplar de "La Guerra Interminable".

—Tienes que mostrárselo a Betty— habló Joel mientras volvía a enfocarse en la vía.

La menor obedeció, sacudiendo ligeramente el hombro de la chica. Seguía ensimismada en sus pensamientos, pero al sentir la mano de Ellie sobre ella, se giró levantando las cejas. La menor señaló hacia el tomo y Betty, al verlo, soltó un bufido de asombro acompañado de una sonrisa.

—No puedo creerlo— a pesar de que sus ojos se mantenían tristes, reía ligeramente. Miró a Ellie—. ¿De dónde lo sacaste?

—Del túnel. ¿Lo conoces?

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