𝔠𝔞𝔭𝔦𝔱𝔲𝔩𝔬 𝔬𝔫𝔠𝔢

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Los rayos del sol en su rostro hicieron que Betty despertara lentamente. Su cuerpo estaba un poco sudoroso, pero ya no sentía la sensación del día anterior. Movió un poco su cuerpo, y sintió la parte superior de de este atrapada en un grueso y gran pedazo de tela. Abrió sus los ojos en su totalidad, despacio, y miró que se trataba de la chaqueta de Joel.

Tomó asiento, haciendo que la prenda se deslizara hasta sus piernas. Tragó saliva, y su boca aún seguía seca e inflamada.

—Despertaste— dijo Ellie de pie en el marco de la puerta de la habitación—. Justo a tiempo. Joel me dijo que viniera a buscarte. Nos iremos ahora.

La chica asintió, aún somnolienta. Sentía que había rejuvenecido. Había dormido como no lo hacía desde hace mucho tiempo. Recordó cómo nunca había tenido buenos hábitos de sueños, y solo podía dormir bien cuando Joel estaba junto a ella...

Sacudió su cabeza para alejar esos pensamientos, y se puso de pie. Iba a tomar su mochila, pero ya no estaba. Caminó fuera de la cabaña, y Joel estaba colocando la mochila de ella y el resto de las cosas en la parte trasera del auto.

—Hola— caminó hacia él con pasos lentos mientras lo observaba.

—Hola— respondió y, sin mirarla, caminó junto a ella para subirse al asiento del piloto.

—Puedo conducir— miró el rostro del hombre, y notó sus ojeras pronunciadas y párpados caídos. Habían pasado más de dos días y él no había dormido más de una hora.

—Déjalo.

—Joel— lo tomó del brazo con fuerza, y esto hizo que, con extrañeza, él la mirara a los ojos—. Estoy bien, y tú estás cansado. No voy a dejar que conduzcas así. Sería arriesgado.

—¿Y tú sabes conducir?— espetó.

—Si no supiera no me estaría ofreciendo, ¿o sí?— soltó el agarre del hombre y extendió su mano hacia él—. Las llaves, ahora.

Él rechinó los dientes, pensando en la vez que, hace más de diez años atrás, le había prometido que le enseñaría conducir. Respiró por la nariz al imaginarse quién habría tomado su lugar en instruirla. Seguro había sido el idiota de Riz. Apretó los puños por un momento, y luego tomó las llaves del bolsillo de su pantalón para entregárselas.

Ambos subieron al auto en sus respectivos lugares, y Betty acomodó el asiento y los espejos retrovisores. El hombre no podía dejar de impresionarse por el cambio tan radical de la chica. Parecía tan... autosuficiente y segura. Aunque en realidad lo que hacía era estar siempre a la defensiva para aparentar serlo.

—Toma— Betty le dio su chaqueta, lo que hizo que este saliera de su ensimismamiento. La cogió—. Gracias. No creo que hubiese mejorado tan rápido si no hubiese sido por las medicinas y...

—¿Ves por qué tienes que dejar de ser tan testaruda y hacer lo que te digo?— interrumpió. Observó por la ventana con ceño fruncido—. ¿Dónde se metió esa niña?— murmuró con irritación.

—Estaba haciendo del baño, gruñón— dijo Ellie mientras pasaba junto a él y subía al asiento trasero. Se acomodó entre los dos, y los miró a detalle. La chica observaba a Joel, rechinando los dientes y con ceño fruncido, mientras él fingía ignorarla, posando la vista al paisaje.

—De acuerdo— dijo Betty por fin, soltando un suspiro. Encendió el auto, y lo puso en marcha.

Pasaron algunos minutos antes de que Ellie cogiera de su mochila en la parte trasera un libro viejo. La chica la observaba a través del espejo retrovisor.

—¿Qué tienes allí?— preguntó Betty con la mirada hacia el frente.

La menor, con expresión divertida, levantó la cubierta del tomo con lentitud para que la chica lo viera en el espejo.

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