CAPITULO VEINTIDOS

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CAMILA

Sólo llevaba diez minutos sentada frente al escritorio cuando Natalie me habló a través del interfono.

―Señorita, Dinah Jane ha venido a verla. No tiene cita, pero ha dicho que debería pasarle el recado.

Dinah sólo podía estar allí por un motivo: Jauregui. Debía de haberle contado que conocía su acuerdo secreto.

Probablemente Dinah estaría allí para amenazarme para que guardara silencio.

Y yo le devolvería la amenaza.

―Dile que pase.

Un minuto después, Dinah atravesó el umbral de la puerta. Con un traje gris, entró con una mano en el bolsillo. Tenía el marrón oscuro, algunos mechones, unos bonitos ojos que debían de enamorar a las mujeres y una sonrisa arrogante que me irritaba. Caminó hasta mi mesa y se sentó sin estrecharme la mano. 

Eché un vistazo a mi reloj de pulsera.

―No tengo mucho tiempo, Dinah. Di lo que tengas que decir.

―No tardaré mucho. ―Tamborileó con los dedos en el reposabrazos.

No parecía que aquello fuera cierto.

―Le he dicho a Jauregui que no contaré vuestro secreto. No hace falta que te preocupes por eso.

―No lo hago ―dijo―. Pareces una tipa honrada.

Me preocupa algo totalmente distinto.

Me recosté y apoyé el tobillo en la rodilla contraria. Uní las puntas de los dedos sobre el regazo y la analicé como si fuera un ciervo y yo estuviera sosteniendo una escopeta.

―Te escucho.

―Jauregui me ha contado unas cuantas cosas... y mentiría si dijera que no me han preocupado. Me ha asegurado que no hay de qué preocuparse, pero yo no estoy tan segura.

¿Era porque íbamos a hacer negocios juntas? 

―No creo que ningún persona renunciara a ganar dinero fácil como hiciste tú con Bruce Carol sin tener un buen motivo para hacerlo... ―Me examinó como la examinaba yo a ella, como si también ella fuera una cazadora.

Pero yo nunca sería la presa.

―Deberías soltar lo que piensas y ahorrarnos tiempo a las dos, Dinah.

Se inclinó hacia delante, apoyando los codos sobre los muslos.

―Tampoco entiendo por qué a una mujer le importaría tanto lo que yo soy para Jauregui... a menos que tuviera un buen motivo.

¿Le hablaba siempre así a Jauregui? Yo me volvería loca después de los primeros treinta segundos.

―Parece que Jauregui te importa más de lo que debería. ―Me miró con hostilidad con sus ojos brillantes; tenía un aspecto amenazante sin modificar su expresión. Posó las puntas de los dedos sobre su mentón.

No respondí porque no tenía nada que decir ante aquella afirmación. 

―Las mujeres como Jauregui no existen. Ella es única, de una especie distinta. Pero no te equivoques: es mía. ―Se señaló el pecho con los dedos.

Empezó a hervirme la sangre.

―No me acuesto con ella. No estoy enamorada de ella. Pero es mía. Va a ser mi mujer y la madre de mis hijos, la mejor socia de negocios. Te voy a dar el beneficio de la duda y voy a dar por hecho que eres un buena chica de verdad que defiende a los desamparados... pero no quiero que haya ningún malentendido entre nosotras.

EL IMPERIO DE LAS JEFAS || CAMREN GIP (ADAPTACION)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora