CAPITULO TREINTA Y UNO

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CAMILA

Pasamos la tarde en la cama, exactamente donde había planeado pasar mi día con ella. Hubo charla, sexo, más charla... pero sobre todo sexo.

Todavía tenía la nalga enrojecida donde la había azotado y ahora disfrutaba contemplando mi obra mientras me la tiraba desde atrás.

La quería repleta de mi semen, deseaba que mi semilla reposara en lo más profundo de su ser mientras alternaba con lo más granado de la alta sociedad de Chicago.

Al anochecer se levantó de la cama con el pelo completamente revuelto.

―Tengo que empezar a prepararme.

Tenía el trasero tenso de penetrarla durante horas. Me incorporé y apoyé la espalda en el cabecero con el cuerpo rígido por el intenso ejercicio que había hecho a lo largo del día.

Había hecho que se corriera cinco veces antes de sentirme por fin satisfecha.

Ella continuó mirándome como si acabara de hacerme una pregunta.

Estaba buscando mi permiso sin pedírmelo explícitamente.

―Pues entonces prepárate.

Entró en el cuarto de baño, enseñándome su trasero prieto y sus largas piernas perfectamente esculpidas. Se le hacía un hueco entre los muslos porque también tenía tensos aquellos músculos. Para ser una mujer que no ponía un pie en el gimnasio, parecía espectacularmente en forma.

Cerró la puerta y a continuación se abrió el grifo de la ducha.

Al mismo tiempo sonó el timbre de la puerta. No había pedido nada al servicio de habitaciones y había colgado el letrero de "No molestar" en la puerta para que nadie nos molestase.

Lo cual quería decir que quien llamaba a la puerta sólo podía ser una persona.

Me puse los pantalones de chándal y top deportivo pero me quedé a propósito sin camiseta.

Tenía partes del cuerpo surcados de pequeñas marcas hechas por las uñas de y cada uno de mis músculos tonificados y sin un gramo de grasa me daba un físico indiscutiblemente perfecto. Corría por las mañanas antes de ir al trabajo y levantaba pesas por la noche. Al contrario que a Lauren, a mí me costaba mucho esfuerzo tener aquel aspecto.

Y quería que aquella idiota lo viera.

Abrí la puerta y me encontré cara a cara con la mujer con la que Lauren se había prometido. Era un poco más alta que yo. Ella era igual de atractiva que yo, pero sus rasgos eran diferentes: su mandíbula no era tan fuerte como la mía y sus ojos le daban un aire de niña bonita. Yo era baja, morena y aterradora.

Dinah no ocultó su desprecio, entrecerrando los ojos molesta.

―¿Dónde está?

―En la ducha.

―Tengo que hablar con ella.

―Bueno, parece ser algo que puede esperar.

Dinah dio un paso para entrar.

Mi mano se movió hasta el marco de la puerta, evitando que pasara.

―Puedes esperar en el vestíbulo.

Ahora parecía que quisiera darme un puñetazo.

―No soy la clase de chica a la que te convenga putear, Cabello.

―Qué coincidencia, yo tampoco.

Mantenía los brazos a los costados, pero iban a salir disparados hacia mi cara en cualquier momento.

EL IMPERIO DE LAS JEFAS || CAMREN GIP (ADAPTACION)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora