CAPITULO CINCUENTA Y TRES

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LAUREN

―¿Va todo bien? ―iba descalza, con camisa y con los pantalones de chándal. Eran casi las once de la noche, mucho más tarde de la hora a la que me pasaría normalmente. Se acercó a mí en la entrada con el pelo lacio porque no se lo había peinado después de salir de la ducha.

―¿Tienes compañía ahora mismo?

―Se marchó hace media hora. ―Estaba de pie delante de mí con su fuerte complexión, dedicándome la misma mirada de preocupación y protección que me había dedicado durante los últimos diez años. Era la mirada que le dedicaría un hermana a una hermana, pero también la de una esposa a su esposa. A veces me preguntaba cómo podía existir tanto amor entre nosotras y que ni una pizca de él fuese romántico. En el transcurso de los años que llevaba conociéndola, nunca había sentido los más mínimos celos por las mujeres que se llevaba a casa. Pero cuando había visto a Camila besando a aquella mujer en la fotografía, me había dado la sensación de que jamás volvería a experimentar lo que era la felicidad.

―Alejandro Cabello se ha pasado hoy por mi oficina.

Los ojos de Dinah se abrieron al instante.

―¿Qué te ha dicho? ¿Ha hablado de Camila?

―Ni la ha mencionado. Me ha hecho una propuesta de negocios.

Su sorpresa se convirtió inmediatamente en sospecha. Entrecerró los ojos sin dejar de mirarme y se cruzó de brazos.

―¿Así porque sí?

―Exacto.

―Pero si ni siquiera lo conocías en persona.

Dinah y yo compartíamos el mismo saludable escepticismo. Cada vez que alguien hacía algo, yo siempre me preguntaba por sus motivos. Sentía la necesidad de comprenderlos antes de poder confiar en esa persona. Los negocios se basaban en conseguir el mejor trato. Si alguien te entregaba en bandeja algo maravilloso sin esperar nada a cambio, era imposible que no resultara extraño. Todo el mundo era egoísta y tenía sus propios intereses, y yo la primera.

―¿Qué oferta te ha hecho?

―Me ha dicho que colocaría mis productos en los comercios de todo el mundo, y no sólo de China. Y que a cambio quiere el cinco por ciento de los beneficios.

Los ojos de Dinah volvieron a abrirse desmesuradamente.

―Lo que oyes...

―¿El cinco por ciento? ―preguntó estupefacta―. Pero eso es una locura, como mínimo absoluto debería estar pidiéndote el veinte por ciento... y hasta eso me parece algo escaso.

―Lo sé. Me ha dicho que tengo hasta mañana para pensármelo, y que si mi respuesta es que no, le va a ofrecer el mismo trato a Kyle Livingston.

―Que es tu contacto para introducirte en China...

―Pues sí.

Dinah era extraordinariamente inteligente y unió los puntos en cuanto se los expuse.

Desplazó su peso al otro pie y después se frotó la mandíbula.

―Su oferta suena demasiado bien para ser verdad.

―Yo he pensado lo mismo.

―Es una oportunidad increíble. Si Kyle tuviera la oferta sobre la mesa, la aceptaría en un santiamén.

―Ya lo sé.

―No le veo ningún inconveniente... lo cual me preocupa. No da la impresión de que Alejandro Cabello vaya a sacar mucho de esto... aparte de hacer negocios contigo.

EL IMPERIO DE LAS JEFAS || CAMREN GIP (ADAPTACION)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora