CAPITULO OCHNETA Y SEIS

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CAMILA

―¿Qué tal? ―Sofia entró en mi despacho con un paquete debajo del brazo.

Yo lancé una mirada por encima del portátil.

―Aquí trabajando.

―Y una mierda. Las dos sabemos que tú no trabajas. ―Sonrió antes de dejarse caer en la silla que había frente a mi escritorio―. ¿Cómo está tu chica?

Mi chica. Me gustaba aquello.

―Está bien. Cada día más fuerte.

―Esperaba que te matase, sinceramente.

―¿Por qué?

―Tiene que estar volviéndose loca sin moverse de casa en ningún momento. Y si tú eres toda la compañía que tiene... ―Sacudió la cabeza―. Tiene que ser una tortura.

Cogí el bolígrafo del escritorio y me planteé lanzárselo directamente a un ojo.

―¿Hoy tienes ganas de que te mate, Sofia?

―Sólo me gusta picarte.

―¿Eso es un sí? ―bromeé.

Dejó la caja encima de la mesa. Estaba envuelta en papel negro y llevaba un lazo del mismo color.

La miré sin tocarla. No era mi cumpleaños y tampoco era Navidad, así que no sabía para qué era. Levanté una ceja y formulé la pregunta en silencio.

―Es para Jauregui. Creo que le gustará.

―¿Qué es? ―Cogí la caja entre las manos antes de dejarla a un lado.

―Guantes de conducir de lujo. Fabricados con piel de primera por mi diseñador italiano favorito. Le vendrán de maravilla cuando vuelva a conducir de nuevo. Además, he pedido que graben su apellido en el material.

Era un regalo considerado, así que me sentía una idiota por que me molestase.

―¿Qué? ―Sofia se percató de mi humor.

―Sabes lo que opino de la conducción imprudente...

― Jauregui no conduce de forma imprudente. Siempre lleva el control de su destino. Acaba de salir de una situación difícil y ha vivido para contarlo. No tienes que preocuparte por ella en ese aspecto.

―Y puede que haga que se sienta más inquieta.

―En algún momento tendrá que mejorar. Ahora tiene algo que esperar con ganas.

―Y lo de su apellido... no sé si me convence.

―¿Qué quieres decir?

―No hemos decidido si va a ponerse el mío o no.

Sofia soltó una risita como si fuera una broma.

―No creo que vayas a darle elección con respecto a ese tema.

―No quiero darle elección... pero ya sabes cómo es.

―¿Quieres decir que no es una blanda? ―preguntó―. Creía que por eso te gustaba.

―Por eso la quiero ―le corregí―. Y así es... Simplemente no quiero que eso se aplique en mi caso.

Se rio.

―Claro que no...

Me gustaría que se pusiera mi apellido, pero entendía por qué la idea le preocupaba. El trabajo de toda su vida estaba vinculado a su apellido. Hasta Dinah la llamaba Jauregui a diario. No sólo sus negocios estaban asociados a aquel nombre, sino que este era también una parte esencial de su identidad.

EL IMPERIO DE LAS JEFAS || CAMREN GIP (ADAPTACION)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora