CAPITULO OCHENTA Y TRES

1.8K 95 12
                                    

 CAMILA

Sus muñecas eran tan esbeltas, tan suaves... Besé la cara interna de ambas antes de colocárselas sobre la cabeza. Sus bragas negras de encaje estaban mojadas... empapadas por mí. Se las enrosqué sobre las muñecas antes de atárselas al cabecero.

Ahora no podía ir a ninguna parte. 

Nadie podría arrebatármela.

Estaba tumbada de espaldas con sus pechos respingones apuntándome.

Tenía la piel del pecho sonrojada y sus ojos mostraban el mismo deseo que me palpitaba en la entrepierna. No se resistió porque quería que la poseyera.

Quería que la reclamara entera, cada centímetro de su cuerpo.

No podía ser brusca con ella, todavía no. Aún seguía herida y estaba recuperándose. Le habían cambiado el vendaje del pecho, que ahora cubría menos piel. Su cuerpo, normalmente impecable, todavía tenía débiles cicatrices que no se habían borrado por completo. Aún no tenía permiso para hacer grandes esfuerzos, pero eso no quería decir que pudiera quedarse allí tumbada... y me permitiera tomarla.

Le doblé las piernas bajo mi cuerpo y coloqué mi erección contra su entrada. Mi glande notaba la humedad que rezumaba de su exquisita entrepierna. Entré pausadamente y luego me deslicé hasta donde me lo permitió su canal.

Ella inhaló hondo y después pronunció mi nombre con una pasión incontrolable.

—Camila...

Me hundí hasta el fondo y me sostuve sobre ella con cuidado de no posar ni el más mínimo peso en su cuerpo. Nuestras posturas sexuales se habían reducido al misionero, pero aun así yo disfrutaba inmensamente. Mientras pudiera tenerla, sería feliz.

Entrelazó los tobillos en mi espalda y tiró de las bragas de encaje que le sujetaban los brazos por encima de la cabeza.

—No. Te. Muevas. -Hundí las manos en las sábanas a cada lado de su cuerpo y la penetré lentamente, sintiendo que sus fluidos me bañaban hasta los testículos. Estaba empapada con una espesa excitación que cubría mi sexo de deseo y amor.

—Sí, jefa...

No quería que nadie volviera a quitármela nunca.

Quería saber que estaba allí. Quería sentir que estaba allí.

Todos los días durante el resto de mi vida.

—Camila o Camz. Así es como quiero que me llames.

Pegué la boca a la suya y succioné su sensual labio inferior.

Había deseado ser la jefa cuando ella no era más que una mujer con la que me acostaba, pero ahora era mucho más. Era la mujer a la que le iba a entregar mi vida. Quería que me llamara por mi nombre o sobrenombre, algo que muy pocas personas tenían derecho a usar para dirigirse a mí.

Me devolvió el beso con labios temblorosos.

—Camila...

Me mecí hacia ella un poco más fuerte, unas veces besándola y otras respirando con ella. Mi sexo se unía al suyo, bañado en su excitación. Mi alma se unía a la suya al mismo tiempo y mi corazón se henchía cada vez más por ella. Nunca había amado a nadie como la amaba a ella. Era algo más grande que yo, más grande que mi mundo. De algún modo, ella me había despojado de todo lo esencial y me había demostrado que el dinero y las posesiones no significaban nada en comparación con ella.

Estaba preciosa debajo de mí. Era la mujer más sensual que jamás me había rodeado la cintura con las piernas. Evitaba moverse conmigo porque lo tenía prohibido, así que me dejaba hacerle el amor. Cada vez que aceptaba mi sexo, respiraba hondo. Cada vez que le daba en el lugar adecuado, se le olvidaba respirar por completo.

EL IMPERIO DE LAS JEFAS || CAMREN GIP (ADAPTACION)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora