CAPITULO TREINTA

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LAUREN

Cuando sonó mi alarma a la mañana siguiente, me di cuenta de que había dormido toda la noche.

Y de que podía pensar con claridad.

Apagué la alarma y miré a Cabello, junto a mí.

Estaba en su lado de la cama con un brazo debajo de la cabeza mientras sujetaba el teléfono con la otra mano. Iba desplazando la pantalla para leer los mensajes y parecía llevar despierta unos minutos.

―¿Has dormido bien? ―preguntó con voz ronca.

―Pues... la verdad es que sí.

―He cumplido mi promesa.

Me froté los ojos para despejarme y por fin volví a notar el cuerpo lleno de energía. Hacer números y dirigir mi imperio empresarial era casi imposible cuando no era capaz de pensar dos frases coherentes seguidas. Ahora volvía a tener la mente fresca.

Podría disfrutar de las maravillosas vistas que tenía desde la ventana por primera vez en días.

―Gracias.

―Pasito a pasito. ―Retiró las mantas con los pies, dejando al descubierto su cuerpo. Me impresionaban cada vez que la miraba―. Bueno.

―Se incorporó apoyándose en un codo y me miró―. ¿Puedo cruzar ya la línea?―Estiró los dedos y dibujó una línea que atravesaba el centro de la cama.

―Genial. ―Me envolvió la cintura con un brazo y me arrastró hacia el centro. Se puso encima de mí y me separó los muslos con los suyos. Se colocó entre mis piernas y me introdujo su grueso sexo, deslizándose hasta que quedó completamente enfundado

―Me encanta estar contigo a primera hora de la mañana.

―Se puso manos a la obra, estimulándome el clítoris con el hueso pélvico y hundiéndose en mi cuerpo hasta el fondo. Embestía con fuerza y velocidad, llevándome a un orgasmo rápido que fue seguido por el suyo propio. Cuando hubo terminado, se retiró y se metió de inmediato a la ducha.

Mientras yo permanecía allí sentada con su semen dentro, tuve que admitir que a mí también me gustaba el sexo por las mañanas.

No había besos ni introducciones. Era sexo puro y duro, sin rodeos.

Era rápido y placentero, sin preliminares que ninguna de las dos necesitábamos.

Era una forma espléndida de empezar el día.

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Mi chófer me estaba llevando a Stratosphere. Dinah me llamó.

―¿Qué pasa, Jauregui?

―Me has llamado tú. ―Pasé el dedo por la tablet para leer los correos.

―Tienes razón ―dijo―. Quería saber si podríamos usar tu avión este fin de semana.

―¿Qué le pasa al tuyo?

―El tuyo es más nuevo ―dijo―, y el mío lo tengo en revisión.

―Claro, no pasa nada.

―Genial. ¿Qué tal te va con tu juguete?

―Pues la verdad es que bastante bien. ―La ventanilla divisoria me separaba del chófer para que no pudiera oír lo que decía.

―¿Y lo de dormir juntas?

―Ha mejorado.

―¿En serio? ―preguntó sorprendida―. ¿Has dormido de verdad?

―Sí. Me prometió que no me tocaría en mitad de la noche. Sé que es una mujer de palabra, así que he podido dormir.

EL IMPERIO DE LAS JEFAS || CAMREN GIP (ADAPTACION)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora