CAPITULO SETENTA Y CUATRO

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LAUREN

Había desviado eficazmente la rabia de al ofrecer una versión muy diferente de nuestra ruptura. Había confesado mi amor por Camila, contándole al mundo entero que ella era la mujer con quien quería estar para el resto de mi vida. Me había quitado un peso de los hombros, aunque una nueva fuente de tensión me había caído encima al mismo tiempo.

Ahora no había vuelta atrás.

Nuestra privacidad era algo que valoraba enormemente. Me encantaba que pudiéramos estar juntas sin que nadie se enterase. Era mucho más íntimo, mucho más especial. Ahora tendríamos cámaras pegadas a la cara constantemente y nuestra relación se convertiría en un espectáculo comentado hasta el aburrimiento por la prensa rosa. Siempre habría rumores y mentiras.

Pero yo sabía que Camila aborrecía el secretismo y que no estaría bien seguir escondiéndola. No estaba avergonzada de ella en absoluto, así que tenía que dejar de actuar como si lo estuviera.

Mis ojos volvían una y otra vez al móvil que reposaba sobre la mesita de café, con la esperanza de que sonara y de que el nombre de Dinah apareciese en la pantalla. Pero la llamada nunca se produjo. La pantalla permaneció apagada y yo seguí sentada en la oscuridad mientras esperaba a que llegase Camila.

Lo cual hizo un segundo más tarde.

Entró en mi ático con el conjunto que había llevado a trabajar, saltándose el gimnasio para dirigirse directamente hacia mi casa. Aquello era prueba de que estaba al tanto de la entrevista que había dado a primera hora de la tarde. Era evidente que no le había gustado ni un pelo o de lo contrario ya me lo habría mencionado.

―Hola. ―Me puse de pie. Me había quitado los tacones, así que era otra vez trece centímetros más baja de lo habitual.

Camila se quitó el abrigo y lo dejó junto a la puerta.

―¿Has visto a los periodistas fuera?

―Es lo único que he podido ver.

Era una mujer poderosa y llevaba un conjunto poderoso, tan impecable como cuando se lo había puesto aquella mañana. Siempre tenía un aspecto fabuloso vestida de negro, pero claro, también estaba guapa con cualquier otro color.

Se acercó a mí y subió la cabeza para poder mirarme a la cara. En su mirada no había enfado, pero tampoco alegría. Me puso las manos en la cintura y me hundió los dedos con fuerza, tocándome posesivamente a pesar de no haberme besado todavía.

―¿Lo que has dicho era en serio?

Mis ojos volaron hasta sus labios y advirtieron la piel suave a su alrededor.

―¿Que soy tu alma gemela?

Apoyé mis brazos en los suyos y miré hacia su cuello, observando el pañuelo de seda que tapaba los botones de su camisa.

―No puedo pensar en ninguna otra persona por quien estuviera dispuesta a sacrificar tanto... ―Le palpé los bíceps con los dedos a través del tejido sin apartar la mirada de su cuello.

Me puso la mano en el cuello y me inclinó la cabeza hacia arriba para que no tuviera otro remedio que mirarla a los ojos.

―El amor que siento por ti lo siento en contra de lo que me aconseja el sentido común. Mi amor es más poderoso que la razón y está más loco que cuerdo. Desde que entraste en mi vida todo ha sido diferente. He cambiado todas mis prioridades para adaptarme a ti, he roto reglas que juré no romper jamás. La única mujer por la que llegaría a hacer eso es por el amor de mi vida... y esa eres tú.

EL IMPERIO DE LAS JEFAS || CAMREN GIP (ADAPTACION)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora