CAPITULO SESENTA Y TRES

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LAUREN

Dinah y yo cenamos juntas en el nuevo restaurante que acababan de abrir. El chef era francés y preparaba las delicias más exquisitas. Era cocina francesa mezclada con un toque de los favoritos estadounidenses.

Nos sentamos una frente a la otra y compartimos una botella devino. Yo había reducido mi consumo de bourbon a un solo vaso al día y había sustituido aquel antiguo hábito por agua, té helado y vino. Mi paladar era distinto ahora que no tenía las papilas gustativas empapadas en alcohol. Era ligeramente refrescante, aunque echaba de menos beber como antes.

―¿Qué novedades tienes? ―Dinah llevaba unos pantalones negros de vestir y una camisa del mismo color con el botón superior desabrochado haciendo resaltar el escote de sus pechos, que dejaba ver su piel bronceada y los prominentes tendones de su cuello. Iba a correr por Central Park por las tardes, y a aquello se debía su moreno. La sala estaba llena de parejas y de mujeres atractivas en la barra, pero, tal y como Dinah me había prometido, no prestaba atención a nadie más que a mí.

Era agradable.

Nunca sería la destinataria de un amor romántico, pero sin duda alguna me hacía sentir querida. Y me haría sentir una esposa valorada.

En cuanto pensé en nuestra boda, se me vino a la cabeza Camila.

Era imposible no pensar en ella.

Sabía que en el instante en que me convirtiera en la mujer de Dinah, nuestra relación llegaría a su fin. Tal vez fuera ese el motivo por el que últimamente me mostraba más apasionada con ella y le decía que le quería, consciente de que no siempre tendría oportunidad de hacerlo. Un día, llevaría a una nueva mujer del brazo cuando nos cruzáramos en un evento al que ambas estuviéramos invitadas.

Me dolería mirarla, pero al menos sabría que le había dicho lo que sentía cuando había tenido ocasión.

Antes de que otra mujer me sustituyera en su cama.

A veces me asustaba lo mucho que quería a aquella mujer sin confiar en ella. ¿Cómo podía estar tan embelesada con alguien que me causaba tal inquietud? Para mí no tenía ningún sentido.

Aquel comportamiento no era propio de mí. Dinah ladeó la cabeza.

―¿Jauregui?

―¿Mmm? ―Volví a dirigir la mirada hacia ella y di un trago a mi bebida.

―Te he preguntado que qué novedades tienes.

La había oído, pero no había asimilado las palabras del todo.

―Ninguna. ¿Y tú?

―¿Va todo bien? ―preguntó con mirada protectora.

―Sólo estaba pensando en el trabajo...

―Sé más específica.

Dije lo primero que se me vino a la mente.

―Las ventas en Stratosphere han sido increíbles. Muy por encima de lo que Cabello y yo habíamos previsto. Estamos encantadas con los resultados.

―Porque son dos genias. ―Se dio golpecitos en la sien con el dedo índice―. Y los genios consiguen que sucedan cosas increíbles.

―Eres demasiado amable ―dije con una sonrisa.

―No soy muy devota de Cabello, pero admiro su habilidad para generar ingresos. Sabe bien lo que hace.

―Y tanto que sí.

Yo había visto a Camila en acción, había presenciado cómo funcionaba su mente a mil kilómetros por hora. Podía elaborar un plan nuevo con las mismas herramientas que cualquier otra persona, pero sus enfoques publicitarios indirectos tenían un impacto mucho mayor. Además, el respeto que se había ganado en el mundo empresarial siempre actuaba en nuestro favor. Ella podía lograr que las cosas sucedieran mucho más rápido que yo porque la gente siempre estaba ansiosa por trabajar con ella.

EL IMPERIO DE LAS JEFAS || CAMREN GIP (ADAPTACION)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora