CAPITULO TREINTA Y NUEVE

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CAMILA

Estaba sentada detrás de mi escritorio con las bragas de metidas en el bolsillo cuando la puerta se abrió violentamente y la propia Jauregui entró como un vendaval por ella.

Natalie la iba siguiendo de cerca.

―Señorita, he intentad...

―Lárgate en este puto instante ―dijo Jauregui señalando hacia la puerta. Iba vestida con una falda negra ajustada y una blusa negra.

No parecía la poderosa ejecutiva que estaba acostumbrada a ver de ocho a cinco. Ahora tenía aspecto de maníaca, como si le fuera a prender fuego a mi despacho y a quemar el edificio hasta los cimientos.

Natalie se encogió contra la pared y acto seguido salió como una flecha de la estancia, sabiendo que Jauregui era una oponente contra la que no se podía medir. Cumplir con su trabajo no era tan importante como para arriesgarse a tener un enfrentamiento con ella.

Jauregui cerró la puerta de un portazo tan fuerte que pareció sacudir el edificio entero.

O a lo mejor sólo lo hizo en mi imaginación.

Me levanté de la silla y me erguí cuan alta era, una reacción de mi cuerpo al presentir de inmediato que se avecinaba una batalla.

No tenía ni la más remota idea de qué podría haber empujado a Jauregui a comportarse con tanta falta de profesionalidad e irrumpir de aquella manera en mi despacho.

Pero fuese lo que fuese, era malo.

―¿Qué te pasa, guapa?

―No tengas el descaro. ―Se aproximó a toda velocidad a mi escritorio sin que sus tacones alteraran su ritmo mientras desfilaba hasta ponerse justo delante de mí. Echó la mano hacia atrás y me abofeteó con tal fuerza en la cara que me hizo retroceder trastabillando.

―Confié en ti. Confié en ti, joder.

La piel me empezó a escocer al instante debido al impacto, enrojeciéndose intensamente como respuesta a aquel ataque. Me volví hacia ella, enojada porque me hubiera dado un bofetón en mi propio despacho como si fuese la dueña del lugar.

―Pero ¿qué estás...?

Ella me volvió a cruzar la cara.

En aquel momento perdí los estribos. Me abalancé sobre ella y la agarré por el codo.

―Pégame otra vez y ya verás lo que pasa. ―Le bajé el brazo de un empujón, viendo delante un rostro tan furioso como el mío.

Esta vez controló la mano, pero me estaba mirando con ojos asesinos.

―Conmigo no te hagas la imbécil. Seguro que ya has leído el artículo. Dos veces.

―¿Qué artículo?

―¿Quieres que te vuelva a dar? ―me amenazó―. Pues entonces compórtate como es debido y dime la verdad. No me insultes haciéndote la tonta.

―En serio, no tengo ni idea de qué me estás contando.

Ella sacudió la cabeza y entrecerró los ojos.

―El New York Times te menciona en el artículo como su fuente... ¿y todavía vas a seguir intentando hacerme creer que no sabes nada? ¿Pero cómo de idiota te piensas que soy?

¿El New York Times? ¿Qué yo era su fuente?

¿Pero qué demonios estaba pasando?

―Yo no he ido al New York Times a contar nada sobre ti...

EL IMPERIO DE LAS JEFAS || CAMREN GIP (ADAPTACION)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora