Capítulo X

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El aire golpeaba el rostro de ambos, a pesar de que el duro frescor provocaba que tus ojos se entrecerraran, encontraste protección en el cuello de tu compañero; tenías vergüenza, sí, pero era eso o probablemente quedar con más dolor en los ojos. A pesar de la cercanía que demostrabas, tu contraparte no parecía incómodo contigo.

Tu corazón iba demasiado rápido, sin embargo no podías distinguir si era por la adrenalina del hecho que estabas a gran altura o era por su cercanía; tal vez un poca de ambas. Por su parte, él trataba de que se te dificultara lo menos posible el cambio constante de velocidades en el aire, lo que menos quería era que tomaras por desagradable la actividad. Luego de parar y estabilizarse en la coronación de marfil de lo que parecía una pagoda.

–Ya puedes abrir los ojos. – extendió unas palmadas suaved en tu espalda.

–Tal vez debí decírtelo antes, pero me dan miedo las alturas.

Aferraste tus brazos todavía más fuerte a él, mientras seguías ocultando tu rostro en su cuello, tratando de convencerlo de que no te obligara a mirar hacia abajo. Escuchaste una pequeña risa disimulada, estaba sonriendo debajo de la máscara, tus ojos se abrieron despacio, absorta en buscar el origen de su expresión.

–Todo estará bien. – repitió.

Sí, todo estaría bien, si estabas con él.

–Prométeme que no me dejarás caer.

Fueron segundos, apenas fuiste consciente de que demoró en responder tu pedido. Estabas segura que por un momento él estuvo a punto de tocar tu rostro, pero en su lugar solo te observó fijamente, parecía que trataba de refugiarse en su disfraz para no mostrarte sus verdaderas emociones aflorando en su rostro.

–Jamás te dejaré caer.

Algo estalló en tus pupilas cuando recibiste su respuesta, claramente esto solo era el síntoma de lo que ocurría en tu corazón. Sin mover la vista de él, te separaste suavemente y con su ayuda apoyaste tus pies en terreno firme, pero angosto.

Emocionado empezó a describir todo lo que ambos podían observar, como si tú no lo tuvieras en frente. Ya era de noche, y los faroles que emitían luz anaranjada recordaban la calidez de las personas que habitaban en esa ciudad. Ver a todas esas almas desde tan lejos, lograr observar su vida cotidiana, pacífica pero frágil, hacía que entendieras por qué tu amigo defendía cada día este lugar. La belleza de la vida se encontraba en lo finita que era.

Era un panorama increíble, jamás habías tenido la oportunidad de apreciar la belleza oculta en las personas, principalmente porque lo poco que conocías como sociedad te habían maltratado lo suficiente como para desear alejarte de ellos; pero era increíble pensar cómo el conocer a las personas indicadas había sido capaz de cambiar tu forma de pensar: Gayatri y Pavitr entre ellas como principales causantes.

Y ahora una tercera persona.

Que el cielo te perdonara, pero aunque el paisaje que te estaba mostrando era exuberantemente hermoso, tu vista de él no podía despegarse. El verdadero lugar que querías admirar era él.

–¿No es hermoso? – preguntó mientras contemplaba el espejismo de la ciudad.

–Sí, es hermoso.

No se había percatado de que te referías a él. Dedicaste tu última mirada a su perfil, e ignoraste las emociones encontradas que estaban empezando a nacer en tu interior.

–¿Vienes aquí a menudo?

Tomaste su brazo en busca de estabilidad para poder sentarte al filo del tejado algo inclinado.

After DarkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora