Capítulo XXIV

511 87 75
                                    

Esto era nuevo.

El birrete tintineaba, de un lado a otro en busca de estabilizarse en tu cabeza. Era demasiado grande, pero la dama que estaba ocupada atendiendo a los demás alumnos, y no se daba abasto para prestar atención a tus delimitadas palabras. Después de unos minutos sin hacer nada más que mirar el suelo y mover continuamente la cabeza, el singular sombrero terminó cayéndose, era lo esperado.

–Te queda demasiado grande.

Una mano amiga lo levantó antes que tú; sabías quién era, no necesitabas alzar la mirada. Esto era una excusa para mantener la vista en el suelo, un sentimiento pesado no te permitía alzar la mirada en su presencia. Se sentía igual que aquella vez, cuando empezaste a rechazar la compañía de tu amiga. Un lado tuyo estaba sumamente nervioso por el temor de volver a cometer un mismo error, el otro lado en cambio, estaba desesperado por no poder evitarlo. Dejando estas emociones sepultadas momentáneamente, respondiste evasivamente.

–Eso quería decir, pero parece que nadie me hace caso.

–Tal vez no se ha dado cuenta de que le estabas hablando.

No veías su rostro, pero el sonido de su voz reflejaba que estaba sonriendo.

–¿Te parece que tengo que gritar?

–No creo que eso sea necesario, pero te conozco, y creo que tal vez la timidez te ha vencido.

Él se alejó, y luego de llamar la atención de la mujer con un ligero saludo, consiguió un cambio de talla para ti. Regresó tan rápido como se fue, extendiendo el birrete hacia tus manos.

–¿Lo ves?

Tu vacilación ante su demostración le hizo proseguir en su punto.

–Creo que todos debemos prestarle atención a las personas que quieren acercarse a nosotros, pero tampoco puedes juzgarlas por ignorar si no tratas de comunicarte con ellas primero ¿no es así?

Dirigiste la vista a las personas que rodeaban a la trabajadora, maestros, alumnos e incluso algunos otros asistentes; realmente se veía muy atareada y entregada a su labor, probablemente tu voz se ahogó entre todo ese ajetreo y ni siquiera tuvo la oportunidad de escucharte. Te diste cuenta que te rendiste de hablar con ella luego de apenas intentarlo, y ese único intento ni siquiera llegó a ser el mejor.

–Sí, entiendo.

Pavitr se sentó a tu lado, habían pasado unos escasos tres meses desde aquel momento en el hospital. Te encontrabas ahora completamente sana, a excepción de algunas cicatrices muy disimuladas que se asomaban por tus extremidades superiores. Claramente él no te había ido a visitar, por razones más que obvias, y aunque su tendencia al acercamiento físico estaba casi desapareciendo, se seguía sintiendo igual de cálido que ese día en que te besó. Por tácito acuerdo mutuo, ambos no hablaron nunca de lo que ocurrió, pero el brillo de sus ojos cada vez que te miraba delataba que todavía sentía algo por ti.

–El tiempo pasa volando, ¿no es así? – añadiste, sin mucha motivación.

–Sí, ya casi no falta nada para la graduación...

El año tan horrible, que dejó a su paso tanto desastre y sufrimiento estaba llegando a su fin, igual que la única relación que te mantenía unida a Pavitr, después de todo, él solo era un compañero de salón.

–¿Quieres ser mi pareja de graduación?

La pregunta rompió la quietud de las aguas de tus pensamientos.

–¿Qué? – giraste con los párpados abiertos, incrédula.

–Si quieres ser mi pareja, hablo del evento.

After DarkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora