Capítulo XVI

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Podía jurar que se sentía enfermo, sus mejillas, sus orejas y su cuello ardían sin menguar, deseaba quitarse la máscara para poder refrescarse, pero tampoco podía moverse ni un milímetro, observó tus pestañas, caídas producto de lo avergonzada que estabas.

A pesar de que apenas podía mantenerse en pie, siguió presionándote contra él; parecía asegurarse de que no huyeras, porque había previsto que escaparías de la vergüenza otra vez.

–¿Debería lastimarme más a menudo entonces?

–Lo sé, fue demasiado cursi, no me lo recuerdes por favor.

Ocultaste tu rostro en su pecho, aunque ahora estabas con los nervios a flor de piel, todavía te sentías segura cuando él te sostenía. No sabías la verdadera identidad de la persona que se encontraba debajo, pero no era necesario saber cómo era, para que siguieras enamorada de él, era suficiente y sobraba con ver sus acciones y saber sus pensamientos. Cuando conoces el alma de alguien, el caparazón externo no es más que algo secundario.

–Tú... me gustas...

Ya tenías los ojos cerrados, y con la declaración que acababas de dar, apretaste tanto los párpados que tu ceño empezaba a doler, tus dedos tomaban más fuerte de la ropa de tu compañero; era casi como un sueño, uno del que no querías despertar, lo tomaste fuertemente, con el anhelo de que se quedara, y con el miedo de que se fuera una vez más.

El silencio que prosiguió te fue eterno, y tu emoción se reemplazó rápidamente con miedo. Rápidamente alzaste tu mirada, casi suplicante por una respuesta.

–Yo... no creo que pueda... estar con alguien más. – lamentó.

"Otra vez."

Tenía miedo de hacerte daño, porque antes de gustarle, eras su amiga. Su deseo egoísta podría terminar con todo por un simple desliz.

–No sé si pueda hacerlo. – repitió.

A pesar de demostrarse negativo, seguía sosteniéndote con la misma firmeza de antes, como si su mente le dictara algo que el corazón no podía callar. El brillo de tus pupilas se retuvo, tal y como la energía se comprime antes de explotar.

"No lo hagas, solo vete."

Aquella frase era repetida continuamente por la razón, tratando de que el corazón lo entendiera de una vez por todas.

–¿Me quieres? – preguntaste.

Te miró fijamente, era difícil ver a través de su comportamiento, principalmente porque no podías ver su rostro. Ahora mismo sentías que no necesitabas nada de él, que con tan solo reconocer que te quería parecía ser suficiente, con tan solo una declaración, podrías hacer frente a todos los obstáculos que él tuviera.

Algo desconcertada por su falta de respuesta, te soltaste muy despacio, dispuesta a marcharte de una vez por todas. Un escalofrío recorrió su ser cuando sentiste la tensión en los dedos de tus manos. Él los sostenía con sus manos.

–¿Cómo no voy a quererte? Desde que te conocí solo he pensado en lo especial que eres.

Tus manos temblaron, y tu corazón parecía expandirse en tu pecho. Él estaba igual de nervioso, pero en el esfuerzo de ambos lograron poder volver a juntarse; le mirabas sigilosamente para palpar su reacción y respuesta a tus acciones. A su vez, él estaba esforzándose en gran manera para tratar de alejar sus miedos a un lado, simplemente por el hecho de que pensaba que tú lo merecías; merecías todo lo que era él, aunque estuviera roto por dentro.

Apoyó con delicadeza su frente con la tuya, encogiéndose en su lugar para lograrlo. Cerró los ojos, totalmente concentrado al rozar tu bindi, mientras tú por el puro nerviosismo no dejabas de mordisquear los labios inferiores.

After DarkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora