Capítulo XX

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No había mejor lugar que tu hogar, donde podías recuperarte sin distracciones, el ambiente seguro y estable que necesitabas luego de una montaña rusa de emociones.

Los golpes que habías recibido de parte de ese auto, interrumpían tus constantes recordatorios de lo vivido ese día en el hospital; por primera vez, el dolor parecía ser tu aliado en mantener tu mente despejada y a salvo de ti misma con tus pensamientos destructivos.

De alguna forma, Pavitr se buscó la forma de seguir actuando normalmente como lo había hecho hasta ahora, iba a visitarte de vez en cuando, y luego de algún tiempo de charlar se iba con tímidamente y con una sonrisa muy amigable (probablemente fingida) en los labios.

Tu estado ya no era tan grave, apenas y tenías algunas vendas para evitar que se volvieran a abrir o mover algunas heridas, y eso parecía calmarlo un poco, al punto de que ya podía retirarse sin ninguna preocupación.

Pasaron un par de días en los cuales por fin pudiste regresar a casa. Todavía dormitabas de vez en cuando, realmente dudabas si ese efecto se debía a tu medicación, o tal vez la respuesta de tu cuerpo ante el dolor. Para cuando otra de tus visitas a la habitación, prácticamente estabas atrapada en sueños.

–¡Hey!

La persona que tan acostumbrada estaba de entrar a escondidas por la terraza se acercó en silencio al notar lo profundamente dormida que estabas. Se puso de rodillas en el suelo para poder estar a la altura de tu cama, y así poder mirarte el rostro tranquilamente.

Estaba muy tentado en hacer algo que solo había llevado a cabo como Pavitr, hasta que recordó que estabas dormida y por lo tanto no podías dar tu consentimiento, y también el hecho de que no quería que te volvieras a desmayar, por las dudas; estos dos pensamientoa fueron los únicos que detuvieron su actuar. No era la primera vez que sentía tristeza al verte, de hecho era una emoción usual en su vida cotidiana, pero sí era la primera vez que mirar a alguien de la cual estuviera enamorado le causara sentimientos semejantes.

Se preguntó el por qué tu rostro podía provocar que se emocionara, que le hiciera feliz y que al mismo tiempo pudiera sentirse así de nostálgico, desdichado. Hace algunos meses, parecía entender que el amor era  casi todo el tiempo felicidad, con el paso de tiempo, y muchos golpes constantes en su vida parecía comprender que el amor también puede encontrarse en la tristeza.

Con sumo cuidado acunó con su mano el rostro de su contraparte, que parecía relajado y feliz en su sueño ligero, no pasó demasiado tiempo, hasta que el calor de su cuerpo y el sutil movimiento produjera que se abrieran ambos párpados de forma perezosa.

Apenas abriste los ojos, le encontraste conmocionado, tratando de desaparecer en segundos para evitar tu sorpresa y un susto que pudiera producirse tras el encuentro inesperado. Parpadeaste relajadamente tras dirigir tu mirada hacia él, con tranquilidad.

–Casi me muero de un infarto.

–No te ves muy asustada.

–Al comienzo pensé que estaba soñando, así que asimilé la situación antes de despertar completamente.

–Lo siento, no lo hice con esa intención.

Nuevamente se agachó, no podías moverte demasiado; pero en busca de cercanía, él se acercó más a ti, acariciando de vez en cuándo la tela que te abrigaba por encima del cuerpo. No lo habías visto desde el accidente, así que este reencuentro era un poco más especial que los pasados con anterioridad. Parecía que él también lo sentía de la misma forma, bastaron unos cuántos segundos de mirarse al rostro, para que inmediatamente después él apoyara su cabeza en tu pecho, pegando la mejilla por debajo de tus clavículas, meciéndose junto a tu respiración. Hizo tan poco ruido que parecía querer asimilar el ritmo de tus exhalaciones, para hacerlo al mismo tiempo.

After DarkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora