VI.

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—Buenos días —escuché la dulce voz de Becky desde mi ya ligero sueño.

—Buenos días —respondí estirándome y aún sin poder abrir los ojos, pero pude sentir muy claramente sus labios en mi mejilla.

—Pedí el desayuno —entreabrí un ojo y la pude ver con ropa deportiva y el cabello sujeto en una media coleta.

—¿No te acabas de despertar? —tallé mis ojos para poder abrirlos por completo y me senté en la misma cama apoyando mi espalda en la acojinada cabecera.

—No, bajé al gimnasio —mi cabeza aún adormilada tardó en reaccionar. La vi quitarse los tenis y me di cuenta de que la ropa que a continuación se estaba quitando era la ropa para ejercitarme que Nam me había regalado un año antes y que nunca usé.

—¿Cuál gimnasio? —pregunté sin apartar la vista de su cuerpo ya desnudo. Volteó a verme confundida.

—El que está aquí en tu edificio, ¿acaso nunca has ido? —lo pensé por un momento y después de tres años viviendo en ese lugar me di cuenta de que ni siquiera me había acercado por curiosidad.

—Te mentiría si te digo que al menos sé cómo luce —se rio mientras soltaba su cabello y luego ponía una toalla alrededor de su delgado cuerpo.

—Ahora entiendo porque esta ropa incluso tenía etiquetas. Por cierto, espero no te moleste que la haya usado —me sonrió coqueta desde la puerta del baño.

—Ni siquiera recordaba que la tenía —me senté en la orilla de la cama y me estiré antes de caminar al baño detrás de ella.

—¿Me ayudarás a enjabonar mi espalda? —podía ver como su cuerpo se mojaba bajo el agua de la regadera.

—Por supuesto —me desnudé tan rápido como pude y me uní.

—¿Pero por qué pediste el desayuno? Tenemos tiempo de sobra antes de ir a la oficina —la abracé por la espalda y besé su cuello.

—Bueno, en este punto el tiempo sobra, pero no te garantizo lo mismo al salir de aquí —giró para estar frente a frente y vi como mordía su labio inferior. Me puse un poco nerviosa pero también ansiaba saber que era eso que tenía en mente.

Me besó de manera lenta mientras el agua corría por nuestros cuerpos y me sentí confundida cuando abandonó mis labios para comenzar su labor de bañarse.

No dije nada, solo veía su mirada provocativa. Sabía que me tenía excitada, su sonrisa traviesa me lo decía. Miraba mi cuerpo de abajo a arriba y se detenía en mis pezones, los cuales no me dejaban fingir que no había provocado nada con sus acciones.

—Vamos, lávate, no quiero que el desayuno se enfríe —sentía mi centro palpitar al ver como pasaba su mano por su cuerpo para enjabonarlo. Quise acercarme para ayudar, pero no me dejó, en cambio puso shampoo en mi cabeza y comenzó a masajear mi cuero cabelludo. Me limité a tomar su cintura entre mis brazos y cerré mis ojos dejándola hacer.

Nuestros cuerpos se rozaban fácilmente gracias al jabón que Becky no quitó del suyo. Sentí mi respiración acelerarse, pero no quería que fuera tan notorio.

Aún con los ojos cerrados dejé que quitara la espuma de mi cabello y un gemido fue lo que pudo salir por mis labios cuando sentí su cálida lengua rodear uno de mis pezones antes de que lo tomara suavemente entre sus dientes. Era una sensación nueva para mí, pero me encantaba. Abrí mis ojos y bajé mi mirada hacía ella quien con su boca en mi seno también me miraba. Sentí algo extraño en mi estómago, fue algo distinto a lo que había experimentado antes con Becky y estaba segura de que era porque sus ojos estaban extrañamente más oscuros y profundos, una mirada que no había visto en sus hermosos ojos.

Entre el amor y la soledad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora