XI.

1.3K 137 56
                                    


—Has estado muy callada —escuché a Becky mientras me encontraba recostada sobre su pecho. Su torso estaba descubierto y mi dedo índice lo recorría —¿Tan mal he estado esta noche?

—No es eso, sabes que no —me estiré para besarla y volví a recostarme en su pecho y abracé su cintura —es solo que mañana te llevaré al aeropuerto y no te veré por una semana.

—Intentaré regresar antes, pero es realmente importante que vaya, aun no puedo decirte de que se trata, pero es algo que tengo que hacer —sentí un beso en mi cabeza y me abrazó fuerte.

Durante toda la semana se había quedado a dormir conmigo y sabía que la extrañaría, me estaba acostumbrando a tenerla cerca la mayor parte del día y se me hacía difícil no pensar en ella cuando no estábamos juntas.

A la mañana siguiente estábamos bajando por el elevador y no podía soltar la mano de mi novia. Quería que el tiempo avanzara lento, pero parecía todo lo contrario.

Conduje hasta el aeropuerto y por primera vez agradecía el tráfico de Bangkok.

—Hoy el tiempo parece no estar a mi favor —Becky bromeó poniendo su mano sobre mi pierna.

—Tal vez es una señal para que no te vayas —intenté sonreír, pero estaba segura de que no lo logré.

—Bebé, no me digas eso —acarició mi mejilla —Cuando vuelva hablaremos del objetivo de mi viaje.

—Está bien —besé la palma de su mano y me sonrió.

Después de una hora de camino y con el tiempo justo, nos estábamos despidiendo entre ajetreo y las miradas de algunos.

—Te mandaré mensaje cuando llegue, ¿vale? —asentí y la abracé muy fuerte.

—Lo siento, me cuesta trabajo dejarte ir —dije cerca de su oído recibiendo un abrazo más fuerte.

—Menos de una semana, lo prometo —nos soltamos de a poco y con su rostro entre mis manos la besé asegurándome de que ese beso quedara en mi mente por los días de su ausencia, pero ese beso perduraría por mucho más tiempo.

La vi alejarse y antes de que la pudiera perder de vista, giró para regalarme una de esas sonrisas que tanto apreciaba.

Llegué a casa sin muchos ánimos y me tiré en la cama, abracé la almohada en la que había estado durmiendo durante semanas y su aroma en ella me ayudaba a sentirla conmigo.

El fin de semana me pareció largo y tan solitario. Definitivamente un texto o una llamada no eran lo mismo a tenerla junto a mí. Al menos la diferencia horaria nos permitiría coincidir unas horas durante el día para comunicarnos.

Mi mañana del lunes lo pasé entre documentos que revisar y una tediosa junta. Pensé que podría aprovechar para concentrarme en el trabajo, pero el estar al pendiente de mi celular me provocaba realizar mis actividades en el doble de tiempo.

Pasado el mediodía ahí estaba la notificación que llevaba esperando, la pantalla se iluminó y su nombre aparecía arriba de su mensaje.

—"Hola, hermosa. Espero estés teniendo un excelente día" —leí su mensaje con una sonrisa y de inmediato respondí.

—"Hola, amor. Mi día es mucho mejor ahora con tu mensaje".

—"Hoy tendré una reunión muy importante, deséame suerte. Te llamaré más tarde".

—"Toda la suerte del mundo. Esperaré tu llamada. Te quiero".

—"Gracias, mi vida. Te quiero más".

Entre el amor y la soledad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora