XVIII.

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El gélido viento de nuevo chocaba con mi rostro al estar de pie frente a la casa del padre de Becky. Su mano se apretó más en la mía y la vi enderezar sus hombros en señal de que había tomado el valor suficiente para entrar.

—No tardaré, ¿está bien? —asentí mientras soltaba mi mano antes de dar el primer paso.

Caminó hasta la puerta y se asomó lentamente como si se tratara de un ladrón tentando el terreno. Metió su cuerpo de a poco y en segundos la puerta se cerró detrás de ella.

No pasaron ni dos minutos cuando pude escuchar sus voces. Estaban discutiendo y era audible hasta donde yo estaba porque toda la manzana estaba en total silencio y tranquilidad.

—Así que regresó Becky —comentó una mujer cuando sin darme cuenta se paró a mi lado viendo la casa.

De un golpe la puerta se abrió y Becky salió enfurecida.

—Hola, Becky —saludó la anciana con voz tranquila.

—Adiós, Alice —respondió tomándome de la mano para llevarme con ella.

Me quedaba claro que su dinámica de discutir cada vez que se veían era común. Me dolía pensar que siendo el único familiar de Becky la relación estuviera tan dañada al punto de preferir estar lejos uno del otro.

Después de caminar un par de calles estábamos en una parada de autobús vacía, aunque no estábamos esperando ninguno.

Mis rodillas se apretaban entre sí, mis manos estaban dentro de los bolsillos de mi gabardina, la bufanda me cubría la mitad del rostro y un gorro cubría mi cabeza y orejas. Con las puntas de mis pies movía las piernas de arriba a abajo repetidamente con la intensión de que, al estar sentada sin hacer mas movimiento, mi cuerpo no dejara de sentir calor.

Además de mis piernas, mis ojos eran lo único que se movían siguiendo a una furiosa Becky que parecía que de tanto ir y venir iba a hacer una zanja en el pavimento.

Apenas podía escuchar algunas cosas que se decía a si misma en un sexy acento británico que combinado con los botines, pantalón ajustado, playera y gabardina larga, todo en color negro, me hizo sentir más calor del necesario.

Tal vez mi mirada delató mis pensamientos porque se detuvo delante de mi con los ojos entrecerrados —¿Sucede algo? —su cabello estaba siendo revuelto por el viento y ella no pudo ver como yo sonreía por lo hermosa que se veía incluso con el ceño fruncido.

—Solo que, eres realmente perfecta —soltó una fuerte bocanada de aire y se acercó a mi hasta quedar entre mis piernas —Además ese pantalón no me ayuda a no pensar en otra cosa que en ti —se rio mientras ponía sus manos en mis hombros —Bueno, quizá en eso y en este maletín —señalé con la mirada al maletín negro de piel que estaba junto a mi —Pensé que traerías más cosas.

—Era la intensión, pero escuchar a mi padre me frustró así que solo tomé unos papeles que debo devolver a mi exjefe y unos documentos personales —se sentó en mis piernas dejando las suyas a cada costado mío y sentí sus manos sujetarse de mi nuca —Ahora no puedo dejar de pensar en que quiero que me quites estos pantalones —el calor dentro de mi se intensificó al sentir como su vientre buscaba el mío. Saqué mis manos de su cálido escondite y las coloqué en su trasero para acercarla más a mí.

Una de sus manos desenvolvió la bufanda de mi cuello para descubrir mi boca que en cuanto estuvo a la vista fue atacada por los fríos labios de Becky.

Parecía que el frío poco a poco desaparecía con cada mordida que daba a mi labio inferior y con cada movimiento que su cadera hacía.

—Si nuestro vuelo no saliera en unas horas te haría el amor aquí mismo —dijo susurrando en mi oído mientras mordía y jalaba mi lóbulo.

Entre el amor y la soledad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora