X.

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Martes por la mañana, me encontraba en mi oficina concentrada preparando un informe detallado acerca del proyecto de inversiones Inglaterra-Tailandia. Por la tarde tendríamos una junta importante con los posibles inversionistas y con ambas partes interesadas del proyecto.

—Hola —se asomó Becky después de haber golpeado la puerta un par de veces.

—Hola, hermosa —le sonreí y me puse de pie para ir por ella tomando su mano y cerrando la puerta.

—Me encanta esa sonrisa —me besó rodeando mi cuello con sus brazos.

—A mi me encantas tu —la besé apretando mi abrazo en su cintura.

—Si me besas así no puedo solo pasarte un aviso e irme —dijo sonriendo sobre mis labios, pero no pude evitar besarla de nuevo, me sentía tan extraña desde que desperté a su lado y la vi totalmente desnuda sobre la mitad de mi cuerpo. Me resistí a despertarla besando cada parte de su piel porque teníamos que llegar temprano a la oficina, pero esa imagen no salía de mi mente.

Sin soltarla la encaminé al sofá que estaba a un costado y la senté sobre el así interrumpiendo nuestro beso. Me senté poniendo mis piernas a los costados de las suyas y volví a besarla. Mi cabello caía sobre sus hombros y sus manos tomaron mi trasero de manera posesiva como me gustaba que lo hiciera.

—La puerta —dijo separándose lo poco que pudo.

—Le puse seguro —mi sonrisa fue de orgullo y a cambio obtuve esa sonrisa que me daba antes de tocarme y hacerme explotar —No —sentencié cuando puso su mano sobre el botón de mi pantalón y la detuve sujetando su muñeca —Toda la mañana he tenido muchas ganas de tenerte en mi boca —le susurré al oído previo a morder su cuello provocando que gimiera mientras se mordía el labio.

Me bajé de sus piernas y me puse de rodillas frente a ella. Su mirada era tan penetrante y sus labios eran humedecidos por la punta de su brillante lengua.

Bajé el cierre que estaba a un costado de su falda y levantando sus caderas me facilitó quitarla junto a su ropa interior.

—No quiero que se arrugue —dije poniéndola con cuidado junto a ella. No recibí respuesta.

Me detuve a mirarla. Su piel tan blanca y suave, sus pies calzando unos tacones blancos, sus piernas marcadas por el ejercicio, su vagina brillante por la humedad, su pecho subiendo y bajando por la excitación que le provocaba seguir mi mirada dándose cuenta de lo mucho que la deseaba. Paseé las puntas de mis dedos desde sus tobillos, el costado de sus piernas y las hundí en su abdomen por debajo de la blusa negra que aun vestía. Mis uñas rozaron los tensos músculos de su torso lo que hizo que arqueara levemente su espalda y suspirará.

—Deja de torturarme —su voz raposa por la excitación fue ahogada en un beso cuando se inclinó hacia a delante y tomó mi nuca para acercarme a ella de manera intensa. No le permití continuar al poner mi mano en su pecho y empujarla contra el respaldo del sofá.

—Si te portas bien tendrás tu recompensa —me escuchó decir con los ojos cerrados mientras mi mano estaba sobre su cuello. Vi su boca abrirse y después se mordió los labios.

Mi propia excitación me rogaba que probara lo que tanto estaba esperando. Deslicé mi mano hasta tomar uno de sus pechos sobre su ropa y pasé mi otra mano debajo de su muslo para ponerlo sobre mi hombro. Cuando acerqué mi rostro a mi entrepierna, su aroma me hizo salivar y no pude evitar inhalar esa fragancia que estaría en mi mente por siempre.

Con la punta de mi lengua recorrí la entrada de su vagina y subí lentamente hasta tocar su clítoris. Mis labios se cerraron sobre de manera automática y succioné lo más lento que pude.

—Freen —gimió poniendo su mano sobre mi cabeza para empujarla más, pero tomé su muñeca. No sería ella quien llevara el ritmo. Miré hacia arriba y vi como mordía su mano para no gritar. Sonreí sobre su hinchado botón rosado y volví a recorrer su centro con mi lengua. Dejé que ésta acariciara cada parte que podía. Con ella tracé movimientos en zigzag a lo largo de su hendidura. Sus caderas se movían contra mi boca y sabía que esta en el punto máximo del éxtasis.

—Sabes delicioso —dije para hacer una pequeña pausa y poner sus manos en su espalda —Pórtate bien y te haré sentir bien —de nuevo le sonreí triunfante al ver que asentía. Tomé sus bragas y las puse entre sus dientes pues no quería que gritara o gimiera tan alto por mas que me gustara escucharla.

Le quité sus tacones y subí sus pies al sofá dejándola totalmente a mi disposición.

Bajo su atenta mirada lamí mis dedos medio y anular antes de introducirlos. Con una falange adentro sus ojos rogaban más, pero la ignoré y me dispuse a tomar su clítoris de nuevo entre mis labios y sentí como su cadera se levantaba ligeramente. Sin dudarlo más, la penetré en su totalidad y apenas pude escuchar como gemía.

Su cadera me indicaba lo mucho que disfrutaba sentirme adentro por lo que hice de mis penetraciones un movimiento constante, con mi otra mano y mi lengua estimulaba su pequeño botón ahora rojizo y más hinchado. Ella no tardaría en correrse, ya la había sobre estimulado por mucho tiempo y los movimientos contra mis dedos eran tan descontrolados que solo bastó unas pocas penetraciones para que su cuerpo se tensara, bajara sus pies y tomara mi cabeza con ambas manos aprensando mi rostro contra su intimidad mientras temblaba. Sentí su clítoris palpitar contra mi boca de la presión que Becky hacía de mi rostro contra ella, también sentía su vagina contraerse alrededor de mis dedos.

Su orgasmo duró mas de lo que normal y tuve que quitar al menos una de sus manos de mi cabeza para separarme, me sentí muy excitada de nuevo. Quité su ropa interior de su boca y la besé al mismo tiempo en que volvía a penetrarla una y otra vez.

—Amor, no sé si podré —habló apenas sobre mis labios, pero puse mi mano sobre su boca para callarla y seguí moviendo mi mano con mas intensidad, no tardó en volver a correrse sobre mis dedos mientras mi mano ahogaba sus gritos, sus ojos estaban cerrados fuertemente, sus manos jalaban la parte trasera de mi camisa y su cuerpo tenía intensos espasmos que disminuían a medida que se recuperaba de su segundo orgasmo.

—Eres tan hermosa cuando te corres sobre mis dedos —le susurré al oído y sus ojos levemente abiertos me miraron mientras sonreía satisfecha —Te quiero —besé su sudada cien. Mis dedos aun estaban dentro de ella, pero antes de sacarlos la recorrí hasta la orilla del sofá y retiré poco a poco escuchando como suspiraba. Sus flujos cayeron al piso y vi mi mano empapada. Quería lamer todo aquello, pero mi libido no era el suficiente para hacerlo así que solo caminé hasta mi escritorio y de un cajón tomé varios pañuelos para limpiarme. Tomé un puño mas y me acerqué a ella para limpiarla. Lo hice con delicadeza pues estaba muy sensible. Una vez sin rastro de ese delicioso liquido dejé un corto beso sobre su clítoris y luego levanté mi rostro para sonreírle, pero me besó con fuerza.

—Fuiste mala —hizo un puchero —Pero me encantó —sonrió y me volvió a besar con intensidad.

Se puso de pie y le ayudé a ponerse su ropa y sus zapatos.

—Tan perfecta como siempre —dije mientras peinaba con poco su cabello con mis dedos.

—También te quiero —me abrazó por el cuello.

—Me encantaría estar así toda la vida —mis palabras se vieron atrapadas en su cuello.

No sé cuánto tiempo estuvimos abrazadas, pero fue un abrazo que nunca olvidaré. Un abrazo que me reparaba desde el fondo.

—Por cierto, venía a decirte que la junta se había recorrido unas horas porque el vuelo de mi jefe se retrasó —se rio separándose de mí y tomando mi mano —Te dije que no podría solo darte un aviso y salir —también reí y negué con la cabeza.

—Al menos tendré tiempo de terminar mi informe —la jalé para darle un corto beso —Pero mas vale que te vayas ahora o no terminaré.

Vi como Becky salía con una sonrisa y yo tampoco podía contener la mía.

Esa mujer me volvía loca.

Entre el amor y la soledad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora