III.

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—Hola, Freen —entró Becky a mi oficina y vi que sostenía un café con mi nombre que estaba acompañado con un corazón.

Había estado compartiendo la oficina durante cuatro días y cada uno de ellos Becky me recibía con un café justo como me gustaba.

—Gracias, Becky, pero no es necesario que sigas comprándome café —dejé mis cosas en el escritorio y vi que ella había comenzado a trabajar.

—Es en agradecimiento por tenernos a Baitoey y a mí en tu espacio —bebió de su café y se puso sus anteojos.

—Está bien, no hay nada que agradecer y es por eso por lo que este debería ser el último café que me traigas —le sonreí antes de beber el líquido caliente que me daba un poco de vida por las mañanas.

Durante estos días me había dado cuenta de que Becky y Baitoey no eran mejores amigas, solo se relacionaban por el trabajo, pero se llevaban bien. Lo que también llegué a notar es como cuando salía de la oficina ambas empezaban a susurrar y eso me incomodaba porque nacía en mí una sensación de que yo realmente no les agradaba, pero la manera en la que Becky me trataba me hacía sentir lo contrario e incluso me confundía.

—Olvidaba mencionarlo —dijo la inglesa provocando que dejara de ver mi laptop para mirarla a ella —tu jefe se ha pasado por aquí y ha dicho que la mitad del piso de arriba ha quedado lista así que Heng y tu tendrán su oficina de vuelta —me sonrió como siempre lo hacía y por un momento lo único que pude hacer fue mirar sus labios, sus rosados y hermosos labios. No sé por cuanto tiempo lo hice, pero solo pude sonrojarme cuando ella movió su mano frente a mi rostro —¿estás bien? —preguntó casi riendo y solo pude agachar la mirada.

—Si, todo bien —me tapé la cara con una mano esperando que ella no viera lo avergonzada que estaba —por fin estarán más cómodas —me limité a decir y no recibí respuesta por unos segundos. Entonces sentí como si acariciaran mi pierna por debajo del escritorio y solo pude cerrar los ojos pensando que lo estaba imaginando.

—Tal vez, pero extrañaré escucharte debatir contigo misma —cuando dirigí mi sorprendida mirada hacía ella, fingió una cara triste y no podía más. Me puse de pie y pude notar que sus expresiones cambiaron a confusión.

—Acabo de recordar que tengo que hablar con Heng de... de trabajo —salí casi corriendo y sabiendo que mi amigo no estaría en su oficina, entré y al cerrar la puerta recargué mi cuerpo sobre esta.

¡¿Qué había sucedido?! Estaba segura de que me estaba coqueteando y de que había acariciado mi pierna. No podía ser real, quizá solo era muy amable y en realidad no fue una caricia, tal vez solo había sido un roce accidental.

Busqué mi teléfono en el bolsillo de mi pantalón y me dirigí a mi lista de contactos para hacer una llamada.

—¿Nam? —pregunté en cuanto escuché que respondieron.

—Si tu intención era marcarme a mí, sí, soy tu amiga Nam —me quedé en silencio. ¿Cómo le preguntaba al respecto? —amiga, ¿estás ahí? —sostenía el móvil sobre mi oreja, pero no sabía que decir —Freen, me estas preocupando ¿estás bien? —respiré profundo y dejé que mis palabras salieran por sí mismas.

—¿Cómo sé si una chica me está coqueteando? —solo obtuve silencio como respuesta, pero podía escuchar el entorno de mi amiga así que supuse que lo estaba pensando.

—Pienso que, así como con los chicos, no hay una fórmula y que... espera ¿por qué lo preguntas? —en ese momento me estaba arrepintiendo de haber hecho esa llamada.

—Es por una de las chicas de Inglaterra, creo que está siendo más que amable conmigo, pero en realidad no sé cómo interpretar su manera de ser conmigo —pensé que tal vez yo lo estaba imaginando y que era su cortesía inglesa, esa que los hace destacar.

Entre el amor y la soledad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora