VIII.

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—Estos son nuestros lugares —le señalé unos asientos de la tercera fila del teatro.

—Si que conseguiste buenos asientos —me miró preguntándose como lo había conseguido.

—Nam me ayudó a conseguirlos así que estoy en deuda con ella —nos acomodamos en nuestros asientos y escuchamos que hacían el primer llamado.

—Llegamos justo a tiempo —asentí con un sonrisa y me dispuse a poner mi celular en silencio.

Pensábamos que llegaríamos tarde pues después de nuestra indebida situación en la oficina de Becky terminé el papeleo más tarde de lo planeado y arreglarnos tampoco fue rápido.

La obra comenzó después de la tercera llamada y aunque era una obra que había esperado con ansias, no podía concentrarme en ella. Mi mente viajaba a los encuentros sexuales que habíamos tenido Becky y yo. Nuestra primera vez no la catalogaba como romántica y tampoco las veces siguientes, comenzaba a preguntarme si ella alguna vez hacía el amor, no porque no me gustara tener sexo, pero para mí si había diferencia. Durante la universidad solo había tenido dos encuentros que ni quisiera los consideraba importantes. El primero había sido con un "novio" durante el segundo año después de una fiesta de fin de semestre, era muy tosco y besaba realmente mal, solo nos tocamos por encima de la ropa y era cierto que yo no pude terminar aquello. La segunda ocasión había sido con una chica, a diferencia de mi exnovio, ella besaba realmente bien, me gustaban mucho sus labios y aunque también habíamos tenido la oportunidad de llegar más lejos, el hecho de que viviera en la misma provincia que mis padres, me desanimaba a continuar sabiendo que nuestra relación no podía ser seria con la distancia. En ese entonces pensaba que las relaciones eran color rosa y totalmente cursis cargadas de clichés como en las novelas que solía leer. Me preguntaba los motivos por los que era diferente con Becky. Nunca tuve murallas sentimentales ni evitaba tener citas, Nam era testigo de ello porque antes de conocer a Becky, ella hacía citas a ciegas para mí, pero no pasaban de la primera y no era por falta de interés, solo que nadie me hacía sentir como la mujer que estaba a mi lado.

Su sonrisa me cautivó desde el primer momento en que la vi, sus ojos cafés brillantes, su hermoso cabello, su cuerpo era perfecto, el hoyuelo en su mejilla derecha, su piel tan blanca y suave, todo en ella llamaba mi atención, pero su dualidad me tenía totalmente enganchada. Podía pasar de ser tan dulce y tierna a alguien tan imponente y seductora en tan solo un segundo, eso me enloquecía.

—¿Sucede algo? —me preguntó al oído después de darse cuenta de que no podía dejar de verla y que en realidad no había puesto mucha atención a lo que sucedía sobre el escenario.

—Nada —sonreí y dejé un beso en su mejilla. Asintió con su cabeza y me sonrió con sus labios y sus ojos.

El intermedio había llegado por lo que nos pusimos de pie y salimos.

—¿Qué te ha parecido? —me sentí avergonzada por su pregunta ya que ella al menos sabía de qué se trataba aun cuando solo la veía por mí.

—La verdad es que no he podido concentrarme en la obra —se rio.

—Si, noté que estabas muy distraída.

—Preferiría no volver y que vayamos a cenar, ¿te parece bien? —asintió con un ápice de diversión en su rostro.

Salimos del teatro tomadas de la mano y caminábamos disfrutando de la brisa que la noche nos regalaba.

—Debo confesar que me tiene inquieta lo que sucedió en tu oficina —su relajado cuerpo se tensó en cuando terminé la oración.

—Lo lamento, ¿hice algo que te molestara o incomodara? —se detuvo para pararse frente a mí pero no me miraba, miraba al piso, pero aun así podía ver lo rojas que estaban sus mejillas y sus orejas —No fue mi intención si te lastimé es solo que a veces no puedo controlarme y... —la interrumpí con un beso y sujeté sus manos.

Entre el amor y la soledad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora