No supe en que momento la mitad de su cuerpo estaba sobre el mío, pero parecía que se había asegurado de que no pudiera intentar huir de ella pues su brazo sujetaba mi cintura y una de sus piernas estaba enredada en la mía.
El sol entraba con fuerza en la habitación, pero eso no parecía molestarla pues estaba a espaldas de la luz.
No intenté moverme, me gustaba la calidez de su piel con la mía. Eso mezclado con el sonido de las olas, las aves y el movimiento de las hojas de las palmeras por el fuerte viento me provocaron la mayor paz que había tenido en días.
Su abrazo se hizo más aprensivo, su rostro se enterró mas en mi cuello y su respiración era tan armoniosa y tranquila. Todo lo que pude hacer ante ello fue poner mi mano sobre su brazo y con la otra mano acariciar sus rubios cabellos.
Ese momento me hizo recordar todo el amor que sentía hacia ella. Ese momento me llenó de felicidad olvidando todo lo que nos llevó a estar así.
Mis ojos se cerraron, pero no para dormir sino para memorizar como me sentía.
Minutos más tarde ella despertó y me miró con cierta cautela, pero mi sonrisa de inmediato la hizo cambiar de semblante.
—Buenos días —me susurró.
—Buenos días —respondí dejando un suave beso en sus labios.
Otros minutos mas nos quedamos sobre la cama, sin hablar, solo con ella en mi pecho y mi mano en su cabello.
—Escucho tu corazón —mencionó con un tono de voz apenas audible como si no quisiera opacar el sonido del latir de mi corazón —Se escucha tan tranquilo —de nuevo apenas pude escucharla.
—Es porque me siento tranquila —miré hacia el ventanal y sentí una pequeña lagrima salir, ella no pudo verlo —Quisiera que nos quedamos aquí para siempre —decirlo por fin en voz alta provocó escozor en mi nariz.
Puso su mano sobre mi pecho y sobre el dorso de esta apoyó su barbilla para mirarme a los ojos.
—También me gustaría eso —en sus ojos vi que no era todo lo que quería decirme.
—Tienes que volver —no respondió de inmediato, pero a los segundos sintió.
—Le exigiré a Irin que firme los papeles del divorcio y cuando lo haga los llevaré a Manchester para que mi abogado termine con eso. Además, tengo que hablar con mi papá —volvió a poner su cabeza sobre mi pecho y a abrazarme fuerte, como buscando refugio.
De nuevo minutos de silencio donde me debatía entre ir con ella o quedarme a la espera. Se sentó a mi lado quedando frente a mi y poniendo una mano sobre mi abdomen.
—No sé qué haré después, pero siento que no pertenezco a Inglaterra, ya no. Sé que mi padre está furioso conmigo y que tenía razones para quedarme en Tailandia, pero ahora solo tengo una y tampoco estoy segura de que deba quedarme —su tristeza se reflejaba en sus hermosos ojos marrones y entonces no podía asegurar si eso fue lo que me hizo tomar una decisión, pero mis labios no pudieron quedarse juntos.
Me senté y recargué mi espalda sobre la cabecera de la cama —Quiero acompañarte en todo y si esa única razón para quedarte soy yo, entonces quizá llegaste a este país porque estábamos destinadas a estar juntas, quizá no bajo las circunstancias perfectas, pero si con lo necesario para pasar nuestros días amándonos —mis propias palabras me desconcertaron porque mi mente reaccionaba después que mi voz, pero lo había dicho y lo sostenía. Había dicho lo que me negaba a querer pensar y sentir, pero no tenía más dudas, quería estar con Rebecca.
—Créeme que te amo desmedidamente y que solo quiero estar contigo, hacer las cosas bien y nunca más fallarte —dijo abrazándome con fuerza mientras sus mejillas eran empapadas por unas descontroladas lagrimas que esperaba fueran de felicidad.
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Entre el amor y la soledad.
FanfictionLa soledad muchas veces puede acabar con nosotros de una manera lenta y silenciosa, tan silenciosa que nos evita poder hacer algo contra ella de manera oportuna. ¿Será el amor la clave para no volver a sentir soledad? ¿Y si ese amor tampoco puede ha...