XX.

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Mi corazón latía muy fuerte, las palmas de mis manos sudaban y mi estomago se sentía realmente revuelto. Estábamos a un día de la inauguración de la galería y todo iba bien pero no entendía porque me sentía de esa manera. Becky estaba intentando tranquilizarme acariciando mi espalda.

—Cariño, tranquila. Estoy segura de que todo está casi listo. Hoy recibiremos las obras a exhibir. Hemos revisado cada detalle y vamos de acuerdo con lo planeado —asentí con la cabeza mientras regulaba mi respiración inhalando y exhalando.

—Lo siento, creo que ha sido un pequeño ataque de pánico, pero ya estoy mejor —me miró con preocupación —De verdad, estoy mejor —di otra profunda inhalación y dejé salir el aire de a poco.

—Bien, solo quiero estar segura de que no es nada grave, si necesitas ir al hospital te llevo enseguida —su preocupación me conmovió, pero también me causó gracia pensar en que no encontró mejor forma para recordarme que ya tenía su licencia de manejo.

—Bueno, al menos te hice sonreír.

—Es que no has dejado de presumir tu licencia desde la semana pasada.

—Tal vez es tonto, pero eso me hace sentir como que pertenezco aquí.

—No digas "como", perteneces aquí, a mi lado, así que no es tonto —la abracé y ella me devolvió un abrazo más fuerte.

—Sabes, podríamos hacerlo rápido en el piso de arriba antes de que entreguen las fotos y las pinturas —me dijo coqueta alzando repetidamente una ceja.

—Beck, no —reí.

Antes de que pudiera insistirme vimos por el ventanal a un caballero en traje el cual se detuvo ante las puertas. Me encaminé hasta abrirle para recibirlo.

—Buen día, ¿Sarocha Chankimha y Rebecca Armstrong? —preguntó él.

—Buen día. Somos nosotras —el hombre asintió e hizo una seña a alguien a quien no podíamos ver.

—Traemos el lote de obras que los artistas enviaron —salimos de la galería hasta posicionarnos junto al caballero y vimos el camión donde unos hombres estaban bajando las fotos y pinturas que fueron donadas y/o prestadas para la noche siguiente.

—Perfecto, pueden comenzar a dejarla adentro, por favor —dijo Becky y solo bastó una señal del hombre en traje para que comenzaran a trabajar.

Durante todo el día estuvimos haciéndonos cargo de distintas tareas como recibir a los proveedores de bebidas para el pequeño café que se abriría en los días subsiguientes. Etiquetamos y colgamos las fotografías y las pinturas, recibimos el mobiliario para el segundo piso, terminaron de colocar el letrero de madera con el nombre de la galería en la fachada, hicimos un último chequeo a la iluminación general y a la que iluminaria las obras.

El final del día fue agotador y aun quedaban algunas cosas pendientes, pero estábamos a menos de veinticuatro horas de tal vez uno de los dos momentos más emocionantes de mi vida.

La oscuridad de la habitación no era absoluta gracias al brillo de la luna que entraba por el ventanal el cual decidí no cubrir con las cortinas pues el cielo brillaba más de lo usual y quizás era por la altura en la que mi departamento se encontraba, pero tenía la sensación de que había más estrellas que nunca.

Abrazaba a Becky por la espalda estando ambas recostadas de lado viendo al exterior. Mis brazos rodeaban su cuello y sus manos acariciaban mis antebrazos. Podía sentir su armoniosa respiración y pensé que se estaría quedando dormida.

—Te amo, Beck —susurré acariciando su oreja con mi nariz.

Una dulce risa salió de sus labios y luego un enorme suspiro —Te amo, Freen. Estar así contigo es lo mejor que podré experimentar durante toda mi vida —mi nariz se enterró en su cabello con aroma a dulce e inhalé lentamente para grabar esa esencia en mi mente. Un recuerdo que atesoraría toda la vida.

Entre el amor y la soledad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora