18

118 18 2
                                    

Su madre llegó a casa anunciando que irían al psicólogo en familia. Eso de cierta manera le provocó nervios, pues no solía hablar sobre cómo se sentía, pero era lo mejor que podía hacer por sí mismo. Además tuvieron una pequeña charla sobre el ballet, y el sentimiento eufórico que atravesó su pecho cuando su madre le dijo que si era feliz bailando podía hacerlo; era totalmente indescriptible.

Por eso estaba al frente del edificio con los nervios a flor de piel, como si fuera la primera vez.

Yeji está a su lado esperando que entre, dándole tiempo de asimilar que está ahí y que cada lágrima valió la pena para estar justo en ese momento.

Su bolso traía unas bailarinas recién compradas que su madre le regaló justo el día anterior, lo que le traía sumamente emocionado. Finalmente, sus pasos se mueven al interior del edificio y con cada paso su corazón latía desenfrenado. Y su sonrisa se ensanchó en cuanto vio a los niños llegando con miedo al estudio, y le recordó a él. Yeji se dirigió adentro del estudio.

Él pasó de largo, directamente a los vestidores y cambió sus ropas, la señorita Shin no lo había visto así que esperaba no sacarle un susto por la gran sorpresa.

No sabía cómo sentirse, estaba tan confundido, y su cabeza le daba vueltas a una idea desde ayer y casi no pudo dormir debido a eso. Además de que a veces suele preguntarse qué ha sido de su padre.

Con la cabeza en otro lado ya había terminado de cambiarse, por lo que salió del vestidor y mientras entraba al estudio escuchó la voz de la señora Shin llamarlo por su nombre como si no pudiera creerlo y presenciara un fantasma en carne propia.

─ ¡Jesús!, ¿Jinnie qué haces aquí? ─cuestionó completamente sorprendida.

─He vuelto.

No esperó escuchar un alto grito salir de la garganta de ella, para luego sentir unos cálidos brazos aferrarse a él como si fuera a desaparecer.

─Dios, no puedo creerlo. ¿De verdad estás aquí? ─insistió con lágrimas acumulándose en sus orbes de avellana.

─Sí, han pasado muchas cosas. Estoy listo para la competencia. 

La señora Shin no cabía en ese lugar de la emoción mezclada con la melancolía que le provocaba la situación, por lo que lo invitó a ver la clase y luego hablarían con calma.

Los niños se movían por el estudio con música de fondo, entre las palabras de aliento de la señora Shin y cómo corregía sus posturas sus pensamientos divagaron a recuerdos que creía perdidos en lo más profundo de su memoria. Su mente sumió su concentración en la música y la sensación de euforia que recorría electrizante su cuerpo cuando terminaba de bailar.

Sus ojos reaccionaron perdidos cuando escuchó su nombre repetidas veces; su actitud adormilada hizo reír a los niños haciéndolo sentir avergonzado.

Se levantó, y desde la esquina del salón llegó al centro, mirándose fijamente al gran espejo que ocupaba la mayoría del lugar. Se observó en silencio mientras la efímera voz de la señora Shin llegaba a sus oídos que trataban de retener y captar la información.

Asintió sin decir nada cuando comprendió por qué lo llamaron. Se posicionó en la barra dispuesto a enseñarles a los infantes que lo miraban las poses básicas de ballet. Su mano tocando la fría barra le aterraba, se sentía como un sentimiento desconocido, podría ser melancolía, anhelo o cualquier otra cosa, era simplemente difícil de explicar.

Se sentía perdido, como si se hubiera estancado en lagunas mentales llenas de recuerdos negativos, las palabras "eres un marica" entre otras atravesaban su mente sin descanso. Sudaba frío y un pitido conocido inundó su audición haciendo sentir su cuerpo pesado, sin embargo, el sonido de la música rápidamente lo hizo volver a la realidad, donde su cuerpo reaccionó por sí mismo y comenzó los movimientos de memoria.

El Juego de los Hombres ─ JEONGJIN ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora