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Había un sinfín de veces donde Hyunjin sentía su mundo en silencio, ese espacio donde el tiempo parece romperse y detenerse justo frente a sus ojos, orbitando a su alrededor como el polvo en el aire, enviando corrientes a su cerebro. Quieto como una estatua, apreciando con una mirada el exterior.

Esos tantos momentos se mantenían frescos en su memoria, pareciendo más sueños lúcidos que los mismo en sí.

Pero algo que le hacía revolver todo su sistema nervioso y siendo consumido por un miedo enorme era la forma en que su padre lo miraba. No sabría explicar cómo le hacía sentir exactamente, a veces parecía normal, otras veces sentía que lo odiaba y en aquellas pequeñas ocasiones era como un cero a la izquierda.

En su mundo reinaba el silencio, odiaba el ruido cuando necesitaba el silencio para meditar, detestaba los gritos porque le hacían recordar a esas veces que su mundo se ponía en silencio. En general cualquier ruido fuerte lograba erizar cada vello de su piel, hacer que su corazón latiera sin control y marearle hasta que su cuerpo dejaba de obedecer al cerebro.

Como aquel día en la duchas.

Esos eran aquellos de los tantos pensamientos intrusivos que estaba teniendo mientras su madre y Jeongin hablaban frente a él. Ni siquiera sabía de qué conversaban o si él debería participar, pero realmente sentía que simplemente no quería pertenecer en ella. En cambio se estaba dejando consumir lentamente por su mente, divagando entre sus pensamientos sin dejar de mirar a Jeongin.

Apreciaba ese perfil de su cara, su piel tan limpia como porcelana y sus mejillas arrugándose levemente cuando sonreía inconscientemente. Quizás tenía una sonrisa boba en la cara con su mano sosteniendo su mandíbula.

─ ¿Hyunjin? ─llamó la señora Mijin con suavidad.

─ ¿Sí? ─respondió sin dejar de mirar a Jeongin, a pesar de que él no se había dado cuenta.

─Deberías convencer a Jeongin que se quede a dormir, es muy tarde para que se vaya.

Hyunjin automáticamente se removió confundido, al parecer se había perdido de mucha plática.

─Oh, ¿Quieres quedarte a dormir? ¿Tus padres estarán bien con eso? ─cuestionó Hyunjin, un poco perdido, sin notar cómo el cuerpo de Jeongin se tensaba ante la última pregunta.

─No, está bien, precisamente por eso debería irme. Realmente no puedo quedarme. ─insistió Jeongin haciéndolo que Mijin se rindiera.

Jeongin se levantó y por consecuencia Hyunjin también lo hizo, dirigiéndose a la puerta siguiendo lo pasos de Jeongin mientras se despedía de la mujer agradeciendo la comida.

Pronto ya estaban afuera de la casa siendo recibidos por una fuerte oleada de frío calandose en cada espacio de su cuerpo. Las heridas de Hyunjin se sentían como quemaduras leves y su nariz rápidamente se volvió fría, suspirando el sereno de la noche.

─Me iré, espero que puedas volver al colegio pronto. Cuídate mucho. ─pronunció Jeongin ante el silencio sepulcral.

─Gracias Jeongin ─agradeció nuevamente tambaleando su cuerpo hacia delante y atrás con sus manos detrás de la espalda entrelazadas.

─No hay de qué.  ─sonrió Jeongin como siempre lo hacía colocando su casco sin dejar de ver a Hyunjin. Encendió su moto logrando hacer temblar el cuerpo de Hyunjin (más de lo que el frío lo estaba haciendo) con un rugido; se enderezó en el asiento y fue dando pasos hacia atrás para salir de la zona del estacionamiento hasta llegar a la calle.

El vidrio que apartaba aquellos ojos de los demás estaba arriba, y por una fracción de segundo Hyunjin vió como los ojos de Jeongin se hacían pequeños mientras lo miraba; su mano derecha se alzó en forma de despedida mientras avanzaba lentamente por la fría calle. Él también levantó su mano sin saber si la vió porque estaba tan aturdido que reaccionó un poco tarde.

El Juego de los Hombres ─ JEONGJIN ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora