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El viaje de regreso a casa se mantuvo en un silencio casi sepulcral interrumpido brevemente con pequeños comentarios de Yeji sobre ciertos lugares por donde pasaban. Las ventanas se mantenían abajo así que la brisa golpeaba fuertemente su rostro haciéndolo cerrar los ojos mientras su mente divaga entre brumas de pensamientos que iban desde lo más simple hasta lo que pasó hoy. 

Aún no recordaba lo que había pasado, al menos no claramente, se sentía borroso a su alrededor con un escalofrío de por medio que le erizaba la piel, sentía una pequeña taquicardia, como si de sólo recordarlo le pusiera nervioso. Lo único bueno de todo esto, es que no recuerda casi nada por lo que no tendrá nada en la cabeza para darle vueltas toda la noche. 

El auto frenó en la parte delantera de la casa y una vez que el motor se apagó fue que salió, era como una pequeña costumbre que tenía la cual no sabía porqué lo hacía. Las llaves dieron vueltas en la cerradura y él fue el último que se adentró en la casa cerrando la puerta detrás, vio cómo su madre de inmediato pasó a la cocina aún sin decir nada al respecto sobre lo de hoy, porque le estaba carcomiendo de nervios por recibir un regaño, a pesar de que su madre se mostraba totalmente comprensiva, quizás sus actitudes la estaban empezando a molestar y eso era justo lo que no quería. 

Se sintió tan culpable que le siguió el paso en silencio, acomodó varios platos y vasos de la cocina, seguían en silencio ambos, sin embargo, su mente se estaba volviendo ruidosa, atormentando su poca paz con anteriores palabras que alguna vez lo lastimaron y que creía olvidadas, poco a poco se le fue formando un nudo en la garganta y le picaba la nariz. Escuchaba el sonido de la estufa, el agua e incluso las burbujas del arroz, pero sonaban tan efímeros siendo opacados por los interminables pensamientos que solo hacían sentir sus ojos adormecidos y el corazón acelerado. 

Sin poder detenerlo más, sus ojos se llenaron de lágrimas mientras sentía sus pulmones arder como si su sistema respiratorio llevara fuego en vez de aire; su garganta se sentía seca y su labio temblaba como si en cualquier momento explotaría en un llanto interminable. Una gota salada finamente se resbaló de sus ojos y cayó directamente en su mano, la observó abrirse paso por toda la extensión hasta desaparecer finamente.

No notó cuánto tiempo se mantuvo en esa posición, con la manos tomando firmemente la isla de la cocina hasta que sintió una mano posarse en su hombro con delicadeza. La mirada comprensiva y amorosa de su madre llegó a sus ojos como un reflejo en medio de la oscuridad; hacía tanto tiempo que no lo miraba de esa manera que le revolvió el estómago de los nervios; las lágrimas salieron inevitablemente, recorriendo sus mejillas sin parar, como si no hubiera llorado en décadas; sus labios temblaron reteniendo los sollozos. Finalmente su madre se acercó y los fundió a ambos en un abrazo, sintiendo en sincronía el calor del otro y además esa pequeña pizca de alivio y seguridad que hace tiempo les estaba faltando.

Hay heridas que tardan años en sanar, son tan profundas que dejan una marca casi imborrable, y cada vez que la observas revives el dolor que te causó y te das cuenta que no puedes borrar el pasado por más que lo intentes. Y así se sentía Hyunjin constantemente, nublando su presente con brumas de lo que fue su vida antes. Sentía que todos avanzaban y se adaptaban, pero él simplemente no podía, sino que se quedó estancado observando a todos adelantarse. La sensación le dejaba el corazón hundido, un dolor interno que no desaparecía sino que se hacía más fuerte, volviéndolo vulnerable a cualquier cosa, y definitivamente lo de hoy terminó por ahogarlo.

Las terapias estaban sirviendo desde luego, pero haber pasado prácticamente toda su vida, desde que tiene memoria, con temor del simple hecho de expresarse no le permitía avanzar, lo dejaba destruido, recordándole siempre que no podía ser él mismo. Se concentraba en el futuro, en serio lo intentaba, pero sin poder sanar el pasado se sentía perdido.

El Juego de los Hombres ─ JEONGJIN ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora