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Reproducir Movement de Hozier (multimedia) desde aquí. 

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Sangre, sudor y lágrimas. Eso era en lo que se ocupaba de pensar su mente mientras sus músculos se retorcían de dolor, ardiendo en sus venas, enviando corrientes calurosas por todo su cuerpo.

Bailar nunca fue fácil, a pesar de que nunca expresaba lo agotado que lo dejaba, no podía negar que dejaba su cuerpo hecho una gelatina. Con cada giro, cada movimiento fríamente calculado de sus brazos y piernas, sentía sus músculos desgarrándose, era doloroso cuando no estabas acostumbrado, y más si llevaba mucho tiempo sin practicar.

A pesar de que siempre se había querido enfocar en el ballet, sea cual sea su situación, se conformó con el contemporáneo, la señora Shin alegando que se le daba mejor mover su cuerpo libremente sin calcular demasiado, tan solo fluyendo como si hubiera nacido para eso. Y era la justa razón por la que ahora se encontraba en uno de los cuartos de práctica, solo y con la música. La señora Shin estaba del otro lado enseñando a su clase de la tarde como habitualmente lo hacía, así que lo dejó a cargo de sí mismo, prometiendo volver para corregir cualquier error.

Estaba exhausto, la planta de sus pies le pedía un masaje urgentemente, sus brazos ya no podían levantarse por sí solos y por si fuera poco había hecho tantos movimientos con la cabeza que acabó por darle jaqueca. Pero con la determinación que lo caracterizaba se encontraba repasando cada movimiento, fluyendo como los dientes de león en primavera, revoloteando por los aires; cayendo al suelo con gracia para hacer un movimiento desesperado para levantarse. Aunque había escogido su canción para la presentación hacía mucho tiempo, no dejaba de ser un estrés querer cambiar de idea cada que algo nuevo se le ocurría a su cabeza.

La música seguía sonando en sus oídos, tan alta como para dejarlo sordo, agradece los estudios insonorizados y a su creador, no podría concentrarse si escuchaba diferentes tipos de música a la vez.

Estaba recostado contra la fría madera del suelo contrastando con el calor efusivo que emanaba su cuerpo. Se detuvo solo para pensar brevemente si estaba bien continuar con la rutina o cambiar pequeños detalles, sobretodo aquellos que le mareaba. La música en bucle estaba acabando, así que se levantó para volver a repetir todo.

A pesar de que su baile no tenía que ver con el ballet, había ciertos movimientos que los adaptó para que la coreografía fuera acorde a la música, sin llegar a ser como el ballet clásico, ni como para perder la esencia del contemporáneo, tan solo apoyando su cuerpo sobre sus pies girando al ritmo del violín. Las campanas volviendo a sonar anunciando otro giro, se veía a sí mismo en el reflejo, con ojos tan oscuros y profundos que resultan intimidantes, después de todo la historia detrás de la canción es espeluznante, aunque depende del lado que se cuente; así que se encargaba de proyectar los sentimientos en sus movimientos y en su rostro.

Sus manos fluían al compás de sus leves giros, hasta que se iba acercando al clímax, cerró los ojos dejándose llevar, sintiendo la canción colarse en sus venas, impulsando sus movimientos con la adrenalina goteante. Hasta que finalizó tan rudamente.

Agotado y sin poder moverse un segundo más se quedó tendido en el suelo intentando recuperar el aliento que fue arrebato de sus pulmones, como pudo desconectó el reproductor y se quedó ahí con el sudor recorriendo su frente hasta desaparecer en el suelo. Miró al techo, brillante y cegador con aquel foco blanco, y se otorgó poder cerrar los ojos al sentir que le pesaban. No sabía qué era hora era, había avisado a su madre que estaría toda la tarde practicando y ella solo recomendó que comiera muy bien si es que llegaba después de que todos estuvieran dormidos.

Con el pensamiento de su madre se esforzó en levantarse y revisar si tenía algún mensaje de ella, pero la sorpresa que se llevó al ver en su reloj que eran pasada las ocho de la noche. Rápidamente se quiso levantar, pero sus piernas le fallaron haciendo que cayera de un sentón.

El Juego de los Hombres ─ JEONGJIN ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora