Intro

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12 de abril, 2007.

Realmente fue una caminata bastante larga desde la escuela hasta casa. A pesar de esto supongo que me hizo bien caminar un rato, me ayudó a despejar mi mente.

Saqué mis llaves sin ánimo alguno y decidí abrir la puerta. El olor a alcohol me recorrió de pies a cabeza, era tan fuerte que comencé a toser un poco casi ahogado producto de la aquel repugnante olor. Avancé con lentitud hasta los pies de la escalera, posé mi mano sobre el inicio de la barandilla y me acerqué para mirar hacia el segundo piso, no pude observar ningún movimiento. En eso, oí la voz de mi madre atragantada desde la sala. Corrí a verla, estaba tendida en el sillón, nunca había tenido la oportunidad de observar a mi mamá tan ebria como ahora.
Dicidí acercarme a ella, me arrodillé para que pudiera oirme mejor;

- Te pasaste esta vez, mamá. – dije preocupado, pero con seriedad.

- No te preocupes amor, ya se me va a pasar. – dijo ella entre risas agotadas que no me gustaban en lo absoluto.

No tenía ganas de hablar con ella y que me contradiga todo otra vez, así que me levanté, di la media vuelta y me dirigí hacia las escaleras. Estoy agotado de que todo siempre sea igual. Desde que mi padre se fué de la casa, mi madre no ha hecho más que lamentar su partida ahogándose en el alcohol, aunque, mi padre se fue hace más de 5 años.

Al llegar a mi habitación, tiré mi mochila a los pies de mi cama y caí rendido sobre ella. En eso, recibí una llamada de mi amigo, Gustav;

- ¡Hola, Bill! ¿Cómo te encuentras? – dijo él en un tono muy dulce.

- Hola Gustav, estoy bien gracias por preguntar. Hey, ¿Por qué no fuiste hoy a la escuela? Estuve más solo que oasis en el desierto.

- ¡Lo lamento! Mi padre tuvo unos problemas con el auto y lo acompañé al taller. Oye, Bill, ¿Qué te parece si hoy en la noche salimos a tomar algo? Ya es viernes, aprovechemos para salir un rato. – Gustav no es muy de salir, me pareció extraña su invitación. – ¡Vamos Bill!

- Puede ser, no lo sé... ya sabes cómo es mi madre, no quiero que ella salga y yo no pueda estar al pendiente. – me siento avergonzado de que mi madre sea una adicta, pero la amo más que a mí mismo y no quisiera que algo malo le pasara.

- ¡Bill! ¡Siempre estás al pendiente de tu madre, ¡Sale a tomar aire un rato hombre!

Desde que cumplí los dieciséis, Gustav no deja de comportarse como si yo fuera un adulto responsable con casa propia y un descapotable de último modelo, no me molesta, pero no es agradable en todo momento.

Finalmente acepté su invitación, quedamos para las diez y media de la noche.

Bajé despacio las escaleras para ver a mi madre antes de irme. Estaba profundamente dormida con una botella de cerveza sobre su pecho. Aún no entiendo su gusto por ellas, las encuentro realmente asquerosas. Seguí mi camino hacia la puerta, agarré mis llaves y salí sin arrepentimiento. En eso, vi a Gustav esperándome al otro lado de la reja que rodeaba mi casa. - Pensé que nos veríamos allá, Gus. – le dije dándole la espalda  mientras le ponía llave a la puerta de la casa para asegurar que mi madre no pudiera ir muy lejos.

- Seeeh... mira, es que ya sabes, caminar solo en medio de la noche no es muy seguro. – nos reimos juntos e iniciamos nuestro camino hacia el bar al que Gustav propuso ir, no quedaba muy lejos, unos diez minutos caminando desde mi casa.

La luna está realmente linda hoy, no podía dejar de mirarla y, sin dejar de escuchar a Gustav, estuve observándola todo el camino. Finalmente llegamos al recinto, no había tanta gente como pensé que habría, eso me agradó. Nos dirigimos a la barra junto a mi amigo, él se sentó primero y con una mano hizo señas para que me sentara a su lado.

- ¿Qué vas a pedir? – dijo él entusiasmado, pero yo muy entusiasmado no estaba, nunca había tomado algo más que cerveza en mi vida.

- No lo sé Gus, ¿Qué me recomiendas? – no pude evitar sonar nervioso, espero que él deduzca por su cuenta que yo no bebo.

- ¿A tí, Bill? Jajaja, un vaso con agua. – él lo decía en broma, pero a mi no me molestaba beber un vaso de agua a este punto.

En eso, una linda chica pasó a nuestro lado; bastante alta, cintura pequeña, vestido rojo y un rubio brillante que llamaría la atención de cualquiera. Gustav y yo la observamos detenidamente, se sentó en una mesa no muy lejos de donde nosotros estábamos. Nos observaba de la misma manera que nosotros a ella. Yo, por un lado, creía que la chica era linda, pero Gus, por otro lado, cayó rendido a sus pies, con solo ver su expresión noté que su cerebro se había encongido hasta ser del tamaño de una nuez.

- Oye Bill... – dijo sin despegar la vista de aquella chica. – ¿No te importa si me voy un rato? Puedes quedarte acá, habla con el barman yo qué sé, alguien me espera. – me regaló una sonrisa y se fué directo a la mesa de la mujer.

No puedo creerlo, este imbécil me dejó botado en un bar que no conozco, con gente que no conozco en una calle que no conozco. Quería levantarme e irme, pero las risas de un grupo de chicas me detuvieron. Habían tres mujeres sentadas en una mesa atrás mío, pero me di cuenta también que había un chico con ellas. Les sonreía de una manera pícara y se reía con ellas. Que desagradable, no sé que gusto tienen algunos hombres de andar llamando la atención de muchas chicas y jugar con ellas para después botarlas. Mi pensamiento fue interrumpido cuando sentí la mirada de aquel chico clavarse en mí. Me di la vuelta rápidamente, tapé los costados de mi cara con mis manos y miré al barman.

- ¿Aún me está observando? – le pregunté.

- ¿Quién? ¿El jóven que se dirige hacía acá?

No puedo creerlo. Comencé a temblar del miedo, ¿Será que ese idiota viene a golpearle? ¿A gritarme por estar mirando a sus chicas? En qué lío me metí... ¿Por qué Gustav creyó que era buena idea dejarme sólo aquí? Lo voy a golpear cuando vuelva y...

- Buenas noches. – oí una voz ronca a mi lado, era el chico.

No pude evitar mirarlo, ahora que estaba más cerca pude ver con mayor detalle su rostro, eso me ayuda bastante si tuviera que reportarlo a la policía por intento de homocidio, o bueno, si es que llego a escapar. Tenía facciones realmente lindas y unos hermosos ojos color castaño.

- Puedo sentir cómo me miras, hombre. – dijo repentinamente. Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo de pies a cabeza, pero pasó rápido al darme cuenta que aquel chico sonreía amablemente. Él me miró. Observé su boca, su lengua jugaba con el piercing que tenia en el labio inferior, me pareció muy atractivo, pero me puse nervioso enseguida. El chico traía ropa muy holgada, es decir, creo que esa palabra queda corta en comparación a lo que llevaba puesto, no sé cómo se pudo poner esos pantalones, deben ser diez veces más grandes que su talla sin duda. También llevaba una gorra y una banda en la cabeza. Pero algo que llamó aún más mi atención fueron las rastas con las que llevaba el pelo, no son de mi agrado pero a él le quedaban realmente bien.

¿Quién es este tipo? ¿Por qué no ha hecho nada más que mirarme y dirigirme unas pobres palabras que no me indican nada de lo que me puede llegar a ocurrir?

- ¿Qué pasa? ¿No hablas? – dijo él finalmente. – Bueno, qué pena, pero más pena me da ver que no estás tomando nada. – Yo invito.

Yo invito | TollDonde viven las historias. Descúbrelo ahora