Capítulo 21

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Mantuve la vista clavada en el suelo unos segundos antes de sentir el suave y delicado tacto de una mano sobre mi hombro. Algo sosprendido, di vuelta mi cabeza con tal de ver de quién se trataba. Era Astrid, se veía feliz.

- Ya creo tener todo listo, ¿Adler no te hizo nada, cierto? – dijo ella con una sonrisa extensa en su rostro.

- Me alegra oir eso. Y no, él no me hizo nada, pero.. – hice una pausa indeciso. No estaba seguro en si contarle a Astrid lo sucedido, tal vez solo yo lo había interpretado de una manera que quizá no era.

- ¿Pero..? – preguntó.

- Uhm.. – dije, con dificultad al intentar tragar mis propias palabras. – Pasó algo.. nada muy importante la verdad, pero me llamó la atención.

- ¡Cuéntame, Bill! – exclamó ella entusiasmada.

- Adler me acorraló en la pared, intenté ser coqueto con él, para mi sorpresa pareció no molestarle y bueno.. no lo sé. – contesté, pero esta vez logrando mantener las demás palabras en mi garganta, atrapadas, a punto de llegar a mi boca y ser pronunciadas.

La chica de cabello oscuro me sonrió pícara levantando levemente una de sus cejas, luego rio. Le devolví la sonrisa algo avergonzado al no entender si se estaba riendo de la idiotez que dije o del acto homosexual de Adler. Preferí creer la segunda.

- Bueno Bill, voy a ver la habitación. Creo que va a ser la única disponible durante estos días, así que no tendrán a dónde más ir si es que Adler no te lleva a su habitación. Pero tranquilo, es un desesperado, va a ocupar el primer lugar para poder follar que se le cruce en el camino.

Guardé silencio, pensativo. Yo no quería tener relaciones con Adler, obvio, pero no había pensado en qué se supone que haría para perpetrar lo que tenía en mente. Aún con dudas, miré a Astrid y moví mi cabeza de arriba hacia abajo, asintintiendo. En su rostro se dibujó una dulce sonrisa, luego se dio la media vuelta y se perdió en el oscuro pasillo a pesar de que ya era de día.

Estaba tan perdido en mis pensamientos que no noté que me encontraba totalmente solo en aquél frío y oscuro lugar, ya no era ruidoso, nadie estaría activo a esta hora, pero sí escuchaba murmullos provenir del primer piso, o bueno, el centro del antro. Caminé un poco quedando justo en el borde de la baranda metálica. Pude observar a Adler junto a Erika conversando, sentados en la barra, acompañados de Joss. En él se detuvo mi mirada. Se veía extremadamente cansado, su piel estaba aún más palida que anoche y sus ojos casi se cerraban. Miré su abdomen; parecía que su herida no había dejado de sangrar. Pobre chico, nadie puede notar que pronto cerrará los ojos y no los abrirá otra vez.

Me entristeció un poco a pesar de que no lo conocía. Se veía muy jóven, desgastado, tristemente así de cruel sería todo para él.

Lo miré unos segundos más hasta que cayó rendido sobre el gran y largo mesón de la barra. Nadie pareció prestarle atención. Aunque, yo si, y no fue exactamente por lo que le sucedió, si no que me acordé de Tom.
Recordé cuando me contó acerca de la anfetamina, que lo mantenía despierto, que en cualquier momento podría caer rendido al suelo por el sueño acumulado.

- Mi pobre Tom.. – murmuré con los labios casi juntos.

Lo sentí, sentí ese nudo, esa presión en la garganta que tanto protagonismo había tenido en mi vida durante los últimos días. Las lágrimas comenzaron a caer lentamente llenas de un dolor profundo que guardaba en mi corazón, un dolor que se había apoderado de mí desde que mi madre falleció y que se juntó casi enseguida con la partida de Tom.

- ¿Qué estarás haciendo ahora, mi amor? – me atreví a decir con la voz quebrada. – Si tan solo supieras lo que estoy haciendo. Sé que no te agradaría, pero es por tí, por mí, por nosotros.

Yo invito | TollDonde viven las historias. Descúbrelo ahora