43| El Gato de Schrödinger.

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43. El Gato de Schrödinger.













En retrospectiva, creo que eso era lo peor de las pesadillas que sucedían en Beacon Hills; el como un día iniciaba con una tranquilidad que ya te parecía sospechosa, pero a la vez, sentías una especie de alivio por poder disfrutar al menos un poco de tu vida adolescente.

Tenía 17 años, era joven y un poco ingenua, nadie a esa edad está listo para proteger a una ciudad entera o combatir con seres sobrenaturales. Y yo, a pesar de mis habilidades, no era la excepción ni un poquito.

Recuerdo esa noche como si fuera ayer, porque fue el desencadenante de muchas cosas que afectaron parte de mi vida, y aún no puedo superar por completo. Recuerdo la brisa fresca acariciar mi cabello corto y castaño claro, el sonido que las hojas de los árboles emitían al bailar suavemente con el aire, la Luna Llena tan brillante y admirable en el cielo, mi corazón palpitando con tranquilidad, esa sensación en el pecho de calidez.

Lo recuerdo todo muy bien.

A su cabello oscuro y un poco más largo de lo que usualmente lo llevaba, esos ojos claros y el rostro adolescente. Ya no era un niño, era más un joven atractivo con trabajados músculos que derretían mi cuerpo cada que lo tocaban con tanto cariño y amor.

Amor...

Como dije antes, era una noche relativamente normal, de dos adolescentes tratando de compartir su amor; uno de ellos estaba muy feliz por haber pasado su examen de conducir, además de que con todos sus ahorros había logrado comprar una camioneta que me parecía más chatarra; pero él lucía orgulloso, y sus padres también por su independencia. Aunque claro, además de tener muchos problemas estéticos, el automóvil tenía problemas internos y con varias de sus partes.

Ninguno sabía mucho sobre mecánica, por lo que no nos habíamos alertado hasta que una de las llantas se destrozó casi por completo al ponerse en marcha.

Y ahí estábamos ambos; solos en medio del bosque bajo el conticinio, con él alerta tratando de ingeniárselas para descubrir un problema que en ese momento no era tan obvio.

Y yo, abrazándome a mí misma con la impresión de que algo estaba o estaría mal. Era todo lo contrario a escéptica, fiel creyente de que incluso lo imposible podía llegar a ocurrir en cualquier lugar y momento. Fuera bueno o malo, lo consideraba un aprendizaje de vivir como vivía.

Podía notar cómo él también lo sentía, enfocado en un punto vacío del lugar rodeado de árboles. Tal vez la misma percepción, que no le lograba enfocarse en arreglar el problema de su camioneta.

─¿Qué pasa?─. Le susurré, rompiendo la tensión en el ambiente, con los labios temblándome de la ansiedad.

Liam se levantó, pasando su lengua por sus labios, para luego negar. Podía oler su nerviosismo, y sentirlo en mi propia piel, pero aún así, respondió buscando mi tranquilidad. ─No es nada─. Se acercó a mí, tratando de sonreír.

─Debí pedirle el Jeep a Stiles, te dije que podía hacerlo─. Le medio reproché, pero no podía dejar de sonreír al sentirlo tan cerca; su piel cálida y abrazadora, junto a esa aura brillante que siempre tenía.

─Es un auto nuevo─. Se excusó infantilmente, haciéndome reír, genuinamente divertida por su excusa. La ansiedad a flor de piel se iba eliminando casi al instante.

✓ |Halley.| Teen Wolf.| Liam Dunbar. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora