Capítulo once
Astrid
La imagen que he dado estos últimos años fue tan negativa que ya es aburrido escuchar que odio hacer de todo, no siempre fue así porque mi madre siempre dijo que regalar una sonrisa puede alegrar el día de otros, creí que era una locura pero cuando empecé a notar que ella jamás se enojaba y en todo momento se le veía tan feliz empecé hacer lo mismo, incluso cuando creía que el mundo se me venía abajo ella lograba que estuviera lo más feliz posible, también decía que el estar triste era comprensible y por supuesto muy valido pero que incluso en nuestra tristeza debíamos sacar una sonrisa. "Sonrisa de la esperanza" así es como ella le llamaba.
-Astrid, ¿Me estas escuchando? -habla Sofía sacándome de mis pensamientos.
-No perdón, ¿Qué decías?
-Astrid en unas horas es tu cumpleaños, y te decía que esta vez si debes festejarlo, ¡y en grande! -grita emocionada.
-Aun no podría hacerlo sin mi madre presente.
-Lo se pero oye mañana 16 de diciembre cumplirás dieciocho, es algo que debes recordar toda la vida.
Para muchos el cumplir dieciocho es igual a poder tener beneficios sin consecuencias según ellos, pero se olvidan completamente del hecho de que ahora realmente cualquier cosa que hagas si tendrá consecuencias, yo por mucho que quieran no estoy emocionada de que sea mi cumpleaños fuera de lo que paso con mi mamá no quiero cumplir dieciocho.
-Déjame hacerte la fiesta por favor -ruega-, será divertida y te prometo olvidaras tus problemas.
-No Sofía, por mucho que insistas no dejaré que me hagas una de esas fiestas.
-Okay, respetaré tu decisión -pone su mano en su pecho en símbolo de promesa.
Sofia suele insistir hasta obtener lo que quiere pero esta vez no ha rogado de más por lo que me parece que no respetara mi decisión en lo absoluto...solo me queda creer que por primera vez hará lo que le pido y no lo que ella quiere.
-Bien entonces hay que dormir y ya mañana haremos lo mismo de cada año -suspira dramáticamente-, comer donas muy dulces y malteadas de sabores...mi actividad favorita -dramatiza.
-Que bueno que sea tu actividad favorita porque así lo haremos.
-Si señora -dice y luego se tapa con las cobijas- descansa linda.
-Igual tu Sof.
Después de decir eso me acomodo y me tapo con las cobijas para quedarme dormida rápidamente, aunque se que al despertar dejaré de tener diecisiete años para cumplir los tan esperados dieciocho puedo quedarme dormida igual que un bebé, aunque no es un término tan adecuado si tomamos en cuenta que los bebés despiertan en la madrugada por el hambre, pero bueno se entiende lo que quiero decir.
Por primera vez en ya tiempo pude dormir sin que los sueños se vuelvan recuerdos malos, que me atormentan sin poder volver a conciliar el sueño, esta vez dormí lo que tenía que dormir, al despertar estaba yo sola en la cama...sin Sofía a mi lado.
Antes de que pudiera salir de la cama la puerta de mi habitación se abre lentamente hasta quedar abierta de tal modo que mi padre y Sofia puedan entrar con lo que siempre hacen cada año después de lo que paso con mi madre.
-Estas son las mañanitas, que cantaba el rey David, hoy por ser día de tu santo, te las cantamos aquí...
Las mañanitas...mi madre siempre las cantaba en alemán, mi padre sin aprenderselas porque decía que el idioma era muy complicado, ¡JA! ante el recuerdo me dan unas ganas inmensas de sonreír y no lo contengo, cada año en la caja que Sofía tiene en sus manos suele tener flores y un peluche, aunque su sorpresa ya no es tan sorpresa porque siempre me dan lo mismo, lo acepto de la mejor manera que puedo para no desanimarlos.
ESTÁS LEYENDO
Mi Querido Dulce Amor (EN PROCESO)
Romance•Faltas de Ortografía (siempre se mejoran) *A veces solo hay que abrirse para encontrar el amor* quizas el mundo no sea de colorores rosados, pero tampoco siempre sera de tonos grises, siempre hay mas allá de lo que imaginamos, solo hay que darle un...