She is my eternal love

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Capítulo dieciséis

Markus

En el mundo existen muchas cosas por las cuales podemos preocuparnos, algunas son menos importantes que otras, pero ninguna debe tomarse a la ligera. Estamos tan acostumbrados a escuchar las críticas del mundo, que llegamos a pensar que es verdad lo que dicen, "lo que nos duele no tiene importancia", o solo es algo muy ridículo para llamarlo problema. No podemos tener el lujo de preocuparnos por algo porque inmediatamente será juzgado por todos, y sin que les hayas preguntado, te dirán si es importante como para soltarlo al mundo, o es demasiado tonto como para simplemente callarlo.

Mis días se resumian en estar efocado en Astrid, tanto que no me di cuenta de lo que estaba pasando en mi propia vida, antes de que la mamá de Astrid falleciera, mi madre empezó con algunos dolores de cabeza, ella decía que era por el estrés de su trabajo, y realmente todos creímos que era asi porque no teniamos razones para pensar en algo diferente. Después de que Laidy, la mamá de Astrid falleciera, mi madre colapso por los mismos dolores de cabeza, creimos que habian parado porque después de un tiempo, ella dejo de quejarse... Pero su dolor era tan fuerte que tuvimos que llevarla al hospital. Fue entonces cuando nos dijeron que debia quedarse ahi hasta saber que era lo que pasaba con ella, yo solo quería que me dijeran que no debía preocuparme, que todo saldría bien y que no se quedaría en el hospital por mucho tiempo... No fue así, los médicos solo callaban y decían que fuéramos pacientes, que pronto nos darían respuesta a nuestras preguntas. En ese momento solo me sentia como un completo idiota por lo mal hijo que fui al no darme cuenta de lo que pasaba, pero no podía tener el privilegio de demostrarlo porque pronto yo también sería juzgado.

¿Por qué lo digo? Bueno pues porque cuando falleció la mamá de Astrid, todo mundo empezó a dar sus propias opiniones, sin importarles lo que ella sintiera, recuerdo lo devastador que fue ver como Astrid estaba en el suelo y yo no podía hacer nada por ella, no me imagino el dolor tan inmenso que la chica de ojos grises sintió al ver a su madre sin vida, y yo solo podía verla desde lo lejos, sin poder ayudarla...Como siempre. En la escuela muchos murmuraban lo mucho que había cambiado Astrid, solo hablaban de lo mal que se veía, pero de nuevo, nadie de ellos pensó en lo que ella sentía en ese momento, ni siquiera yo lo sabía.

-Markus, deberías irte a casa -se acerca mi hermana con una bolsa de donas y una leche de fresa- en un rato tienes tu reunión, yo me quedare aquí con ella.

-No, yo me quedare esta noche con ella, papá dijo que llegara en la tarde, tu ve a casa y nos vemos en un rato -le doy una sonrisa y mi hermana me la regresa.

-Bien, pero que te quede claro que yo escogere la comida -me deja las donas y se va sin dejarme responder.

Prendí el televisor que estaba en la habitación donde nos encontrábamos, no iba a ver el contenido, solo era para tener ruido en la habitación, mi madre se encuentra dormida, pero estoy seguro de que no hay manera de que pueda despetarse, los medicamentos que le dan la tiene cansada todo el tiempo y el televisor no tiene el poder suficiente como para despertarla.

Me sentía realmente cansado, me levante del sillón donde me encontraba y salí de la habitación, camine hasta toparme con una máquina dispensadora, había un poco de todo, papas, dulces, sodas, aguas y más. Decidí comprar solo un agua y unas papas para pasar el rato, regrese a la habitación y mi madre estaba despierta.

-Oh, hola -entro rápidamente a la habitación y me acerco a ella- ¿cómo estás?

-Estoy bien, no debes preocuparte -me regala una sonrisa cálida- Deberías irte a casa hijo.

-Prefiero quedarme contigo -Tomo su mano- tú vas primero, antes que cualquier cosa.

-No antes que tu novia -me guiña un ojo y me quedo sin palabras.

Mi Querido Dulce Amor (EN PROCESO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora