3. Primer elegido

88 21 0
                                    

Draven

Quiero matarlas.

Salgo de mi habitación, furioso, las sirvientas están en lo mejor de escuchar música, y no hay nada en el mundo que odie más que la música.

La música es un recordatorio constante de que ella se ha ido, de que ya no está conmigo.

— ¿Qué he dicho acerca de escuchar música en esta casa? — pregunté, molesto.

— ¡Joven Draven! L-Lo sentimos, no volverá a pasar — dijo una de ellas.

— Si esto vuelve a pasar — mascullo —, tendrán que irse a trabajar a otro lado, ¿entendido?

— Sí, joven Draven — repitieron en coro con la cabeza inclinada.

Las miro con la mandíbula apretada. Cómo me molesta que desobedezcan mis órdenes. Aquí se hace lo que yo digo, y si no les gusta, pues que se larguen a trabajar a otro lado. Nadie es indispensable para mí.

Me doy la vuelta y salgo de la cocina, me dirijo al salón para acostarme en uno de los sillones. Tanto coraje me ha dado dolor de cabeza. Me tapo los ojos con la palma de la mano y respiro hondo, sin embargo, el dolor me recuerda que el golpe que me dio esa salvaje aún me duele.

Maldita desgraciada, ¿cómo se atrevió a golpearme? ¡Hum! Le voy a cobrar todo lo que me ha hecho, cada insulto, cada palabra dirigida a mí, sobre todo, ese golpe, claro que lo voy a hacer, y todo para que de una vez por todas se entere que nadie se mete conmigo y espera a salir indemne. Ella no será la excepción.

Hazzell es muy delgada, de piel clara, con cabello corto hasta debajo de los hombros, su estatura es promedio, así que no entiendo cómo alguien como ella puede tener tanta fuerza. Físicamente, parece un palillo chino. Tan delgado y débil, tan simple e insípido. Ella es así, tan... diferente.

La ropa que usa parece de hombre, holgada y grande, es como si no encontrara de su talla y de su sexo. No se maquilla, no se preocupa por su apariencia, se comporta como un chico holgazán. Uno de los que se sientan en la última fila, de esos que parecen hippies. Pero ella no predica la paz para nada, al contrario.

Kian parece estar loco por ella, no sé qué ve en ella. Es una salvaje, sin modales, altanera y respondona. Es todo lo que un chico no quiere en su vida. Su cerebro seguro trabaja con una sola neurona, como para sentirse atraído por esa chica...

¿Qué diablos estoy pensando? A mí que me importa si Kian se involucra con ella o no. Nada de eso tiene que ver conmigo. Lo único que yo quiero es darle su merecido a esa... altanera.

— ¡Draven! — grita mi hermano —. ¡Draven!, ¡¿dónde estás?! — preguntó con impaciencia.

¿Y ahora qué quiere este estúpido?

— ¿Podrías dejar de gritar? Me duele la cabeza y lo último que quiero escuchar en este momento es tu voz — le digo sin siquiera mirarlo.

— Mira, Draven, estoy cansado de tener que recordarte todo el tiempo que te presentes a las reuniones. ¿Te importa la empresa? — me pregunta con un tono de voz serio —. Respóndeme, no seas insolente conmigo.

Bajo la mano de mi cara, abro los ojos y miro el techo.

— Claro que me importa, pero no me necesitan presente para hacer su trabajo. Reciben un salario, por lo que lo mínimo que pueden hacer es cumplir con lo que les corresponde. Autorizo ​​lo que creo conveniente para la empresa y firmo lo que hay que firmar. No sé qué más quieres de mí, hermano.

Ramé © [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora