19. Sentimientos aclarados

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Draven

Némesis se encarga de curar las heridas de mis nudillos mientras Adair espera una respuesta que lo convenza de que no me he vuelto loco. Y por mucho que lo ignoro, no se larga. Es peor que un dolor de espalda, maldita sea.

Traje a vivir a Hazzell conmigo y ni loco permitiré que vuelva a ese lugar lleno de alimañas repugnantes donde abundan las injusticias y las desgracias.

— Estoy esperando — insiste Adair.

— Es una buena noticia, ¡felicitaciones! ¿Y cuántos meses tienes? ¿Es una niña o un niño? — pregunto con sarcasmo.

— No seas idiota, sabes muy bien a qué me refiero, Draven — se cruza de brazos.

Suspiro con pesadez.

— Todos ustedes son una verdadera molestia — murmuro.

— ¿Qué sucedió realmente como para que terminaran en este estado? — me pregunta Némesis con cariño.

Némesis es la única que, a pesar de mis constantes insultos, faltas de respeto y rabietas hacia toda la familia, ha tratado de entenderme y no crucificarme como los demás.

— Un imbécil iba a violarla y... no podía...

— Hiciste bien — me dice Némesis.

— ¿Y los golpes...? — pregunta mi hermano.

— No creerás que se los hice yo, ¿o sí, Adair?

— Cada vez me confirmas más que te faltan neuronas. Lo que quiero saber es por qué tiene tantos moretones, ya que la vea por donde la vea, esa niña está muy lastimada.

— El cabrón que intentó violarla lo hizo.

— ¡Qué maldito! ¿Cómo pudo hacerle eso? ¡Es una niña, por el amor de Dios!

— Es un jodido psicópata que ha hecho de las suyas todo este tiempo, pero ya no lo hará más. Me voy a encargar de que ese infeliz se pudra en la cárcel — mascullo.

— Cuentas conmigo — me dice Adair —. Iré a ver cómo está. La pobre debe estar muy asustada.

— Kian está con ella, déjalos — le digo con cierta molestia —. Solo vas a estorbar.

— Entonces iré a descansar. Cariño, nos vemos en la habitación — Adair se va, cansado.

Me molesta que Kian esté con ella, detesto esta sensación, pero no puedo ser un egoísta de mierda, al menos no en este momento. Ella no merece más problemas, merece soluciones.

— Esa chica te gusta, ¿verdad?

Sí, y mucho.

— Veo que ya creaste una película en tu cabeza sobre ella y yo. ¿Tan aburrida estás?

— Cuñadito, cualquiera en su sano juicio se daría cuenta de lo obvio — sonríe con diversión —. Es como esconder un elefante debajo de una mesa. O tapar el sol con dedo.

Némesis termina de curar mi mano, la miro y la pomada que untó antes de ponerme las vendas hace que ahora me duela menos.

No me gusta sentirme expuesto, acorralado, pero con ella es diferente. Me hace sentir como si tuviera una amiga o una hermana en quien puedo confiar sin tener miedo.

Ramé © [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora