7. Jamás saldría contigo

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Hazzell

— Y bien, ¿qué tienes que decir en tu defensa? — me cruzo de brazos —. Adelante, Samira, quiero oírte mentirme otra vez.

— Hazzell, yo... lo siento. ¡Lo siento mucho!

— ¿Por irte? ¿Por mentirme? ¿O por qué?

— Por todo. Debí haberte dicho la verdad, no debí haberte abandonado a través de esa carta. Fue un acto cobarde, lo sé.

No sabía que necesitaba oír eso hasta hoy. Siempre creí que cuando se disculpara la echaría sin ningún remordimiento, pero no ha sido así. La he escuchado. Y tal parece que también acepto sus disculpas. Maldito corazón débil.

— ¿Eres feliz?

Mi pregunta le sorprende mucho, ella se levanta y permanece de pie unos segundos dudando si acercarse a mí o no. Sin embargo, lo hace. Se acerca y me abraza.

— ¿Q-Qué haces? Samira, ¿qué es esto? — inquiero, sorprendida.

Mi corazón se acelera y tengo miedo de que ella pueda oírlo, así que la empujo inmediatamente. No sé cuál sería su reacción si llegara a saber que...

— Lo siento, de nuevo. No debí abrazarte sin tu consentimiento.

— Te hice una pregunta — le recuerdo, evadiendo el abrazo.

— Sí. Supongo que lo soy — se encoge de hombros.

— Me alegro, entonces — sonrío, triste —. ¿Y cómo vas con él?

— Ya hace un mes que tomamos la decisión de mudarnos juntos.

Sus palabras me caen como un barril de ácido sulfúrico sobre mi cuerpo. Me queman, me perforan, me hacen tanto daño que no sé cómo reaccionar o qué decir.

Me siento una idiota por creer que venía a... Dios mío, sí que soy imbécil.

— Espero que sean muy felices.

— Lo somos. De hecho...

Suspiro.

— Deberías irte, Samira. Mañana tengo clases y necesito descansar. El entrenamiento ha sido agotador. Espero lo entiendas.

— Sí, entiendo. Te dejaré mi número por si quieres seguir en contacto conmigo. Nos vemos, Hazzell.

Samira se dirige a la salida y siento una fuerte necesidad de detenerla y decirle toda la verdad, pero no puedo hacerlo. No puedo.

Caí de rodillas, sintiendo todo, esta vez no me contuve y comencé a llorar. Lloré hasta sacarlo todo. Hasta que no quedó nada. Y es que, recordé cada momento juntas, cada risa, cada locura que hicimos, cada mirada que nos dimos y cómo llegué a sentir que había una conexión.

~ ❀ ~

Me miré al espejo y era un asco.

Tenía los ojos hinchados como dos tomates, pero del color de los arándanos.

Me puse hielo para reducir la enorme hinchazón que se había formado. Incluso noté que tenía los ojos muy rojos como si me hubiera fumado un kilo de hierba. Soy un desastre con patas. Un nombre que me va perfecto.

Llegué a clase justo a tiempo, aunque por un momento pensé en que llegaría tarde como siempre. Me alegro de que no fue así. Lo último que necesito es que me regañen por llegar tarde, ya tengo suficiente con mis bajas calificaciones.

Me senté a la par de Kian, y evité mirarlo a los ojos a toda costa. No quería que comenzara a interrogarme del porqué me veo fatal. Él no sabe de Samira y es mejor que todo siga así.

Ramé © [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora